Al final del túnel
José Luis Raya
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Quousque tandem
En esa delgada línea que separa el cielo y la tierra y que también nos indica el fin de un camino que no acaba nunca, reside el secreto del cine. Y así sabíamos que se lo dijo el maestro Ford -el que hacía películas del oeste, según sus propia presentación-, a un joven Spielberg, aspirante entonces a ser ayudante del ayudante del ayudante y que hoy es un referente ineludible del mejor cine. La situación del horizonte es tan caprichosa que puede hacer creíble lo increíble o convertir en vulgar lo que podría ser extraordinario. Si hay algo que nos ofrece Spielberg en Los Fabelman es, junto a su visión más personal del mundo, una rotunda lección de cine. Y también, una exquisita confesión de amor al séptimo arte, ese mundo de imágenes en movimiento que, para su padre ingeniero, creaban una mera ilusión óptica en nuestro cerebro y que el joven Sammy Fabelman convierte en pasión tras quedarse impresionado al ver, siendo un niño, el aparatoso accidente de tren de El mayor espectáculo del mundo.
Los Fabelman es un delicioso viaje a través de la filmografía del director. Es difícil no encontrar referencias visuales a Tiburón, a E.T. o a Salvar al soldado Ryan, entre otros muchos detalles más nimios y quizá más buscados por el espectador que puestos ex profeso por el cineasta. Pero, sobre todo, es un libro abierto y lleno de lúcido optimismo, que nos descubre como el cine nos ayuda a calmar nuestros temores, a superar resquemores y a aplacar los más profundos desasosiegos. Es el cine como reflejo de la vida y como plasmación de los sueños que no han de ser inalcanzables. Porque sólo la ilusión nos motiva a superar cualquier obstáculo.
Spielberg es ya un clásico. Un maestro del cine. Un pilar fundamental para entender el arte más moderno, el que compendia todos los demás. Un arte que ha sido fundamental en el diseño del siglo XX y sin el que nos sería imposible entender el mundo de hoy. Y también, porque cree en lo que cuenta. Sabe que no hay imágenes inocentes, que un plano nos puede hacer sufrir o reír, emocionarnos o desilusionarnos, atraparnos o alejarnos de la historia. El cine es un espejo en el que reflejar la propia condición humana, individual y social, plena de valores o de miserias. Y Spielberg eligió transmitir los mejores valores en cada una sus películas: la amistad, el heroísmo, el valor, la dignidad, la democracia y la libertad. Y ese será siempre nuestro horizonte.
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