Veintinueve años en fraude de ley, diez años en fraude de ley, veintidós años en fraude de ley… Pasar de los treinta a los cincuenta. De la juventud a rozar con las uñas de los pies esa tercera que levanta pavor hasta referida al vagón de un tren. Tiempo suficiente para aprender, para madurar, para incluso criar hijos, para en definitiva estar capacitado en lo más duro: la vida y su rutina de cada mañana, eso sí en un trabajo en situación contractual anómala de la que la propia administración ha sido cómplice. Por conveniencia se mantiene cualquier cosa, legal o no, con el beneplácito de gestores, asesores jurídicos, sindicalistas... De todos era sabida la situación del interino: trabajadores cubriendo una plaza veintinueve años, diez años, veintidós años…, con sus días soleados, con sus ajustes vitales a un horario laboral, construyendo un proyecto, compartiendo de ocho a tres café y tostada, esperando que algún lunes o algún viernes llegase la esperada noticia de una consolidación del puesto. Pero veintinueve años después, veintidós años después, diez años después, cuando algunos trabajadores ya se acercan a la jubilación, lo que llega es Iceta, 'el bailongo'.

En la prensa no se habla de la música que sonaba cuando aprobó el texto de un nuevo Decreto Ley en el que Iceta ha dejado lo peor: unas oposiciones que no van a respetar los veintinueve años, los veintidós años, los diez años…, del esfuerzo diario de los interinos. El decretazo pone en jaque los méritos del propio interino que durante veintinueve años, veintidós años, diez años…, ha estado construyendo, pero no consolidando el puesto para el que ahora es fundamental demostrar una valía por oposición. Porque parece que no ha sido demostrada. En jaque los interinos con una argumentación engañosa que evidencia, lanzada la moneda al aire, una única cara, la de eliminar de la administración la temporalidad y con ella, en muchas ocasiones, la precariedad laboral. Pero como Chiellini, el futbolista filósofo, que sonrió demasiado cuando vio la moneda en el suelo consciente de que le perjudicaba el resultado, tomó a su contrincante por el cuello y le besó la cara, la frente, el pelo, conmoviendo a todos los que miraban la escena. Conmovidos están los sindicatos, los viejos, los de siempre, que se han dejado llevar obviando la otra cara, la de los trabajadores que han acudido enfermos a sus puestos de trabajo, que han llorado la muerte de familiares en sus puestos de trabajo, que han sufrido la vida en sus puestos de trabajo y que ahora, mayores, con cargas familiares, se ven obligados a competir con cualquiera. En unas mismas condiciones desde una perspectiva sindical, pero mientras los no interinos pueden dedicar todo el tiempo del mundo a su preparación, el interino sigue trabajando, facilitando que todo funcione. Iceta ha cambiado de cartera y de despacho. Veremos al son de que música bailarán ahora todos los relacionados con el mundo de la cultura.

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