Todo es relativo

ÁNGEL RECIO

Me importa un bledo

ESCRIBO en las ruedas de prensa con un teclado bluetooth conectado al móvil, tengo un Ipad mini y soy de los que me ojeo completamente los folletos de productos tecnológicos de los hipermercados, más por curiosear los nuevos inventos que por comprar algo. En uno de ellos he podido observar que, por unos 2.400 euros, ya venden impresoras en las que, en lugar de folios, se imprimen objetos en tres dimensiones. A no ser que uno sea diseñador o arquitecto no le veo especial utilidad, pero ni siquiera yo me fío de mis predicciones porque reconozco que también era de los que pensaba que el Ipad era una tontería cuando el malogrado Steve Jobs lo presentó y ahora me parece uno de los mejores objetos que se han creado.

Sabía que ese tipo de artilugios lo utilizaban en la fabricación de maquetas, pero me sorprende que salga al mercado en un momento en el que se estila más lo virtual que lo físico. En un momento el que es más fácil encontrar un simulador que un tebeo. Pero, viendo mi capacidad de vaticinio, posiblemente me tendré que comer mis palabras en menos de cinco años y hasta es posible que me acabe comprando un cacharro de estos para fabricar vasos.

Estoy lejísimos de ser un friki tecnológico. De hecho, soy un torpe a la hora de enchufar cualquier cosa y me pierdo entre los miles de cables y conectores que existen en el mercado. Unos amigos me regalaron por un cumpleaños un DVD grabador y no lo usé durante meses porque no sabía cómo se abría. Pequeñas penitencias personales que hay que sobrellevar como se pueda.

En cualquier caso, valgan estas líneas para decir públicamente que ya está bien de que tanto los medios de comunicación como los propios ciudadanos le hagamos tanta publicidad gratuita a Apple, a Samsung, a Android y a la madre de todos ellos. Raro es el día que no aparece una noticia sobre cuántos Iphone se han vendido en el mundo o sobre si hay más aparatos con Android que con IOS. También es raro el día en que dos amigos no se pican porque uno tiene el teléfono de la manzanita y el otro el de los coreanos y cada uno empieza a sacarle pegas al otro. En definitiva, a hacerles el juego a unas multinacionales que ya son multimillonarias de por sí y no tienen necesidad de que los grupos de amigos se revienten las meriendas. Al próximo que se meta con mi teléfono o me diga cuántos móviles de su marca se venden en el mundo le diré, a lo Rhett Butler, "francamente querido, me importa un bledo".

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