Hijo de puta es el insulto más ofensivo de la lengua española. Es la forma de todos conocida para llamar a alguien malnacido y se proclama como uno de los ultrajes más graves que se puedan proferir, pero es que además, es el que define a los y las machistas de manual.

Se pregunta Lidia Baños ¿Por qué? ¿Por qué llamamos “puta” a la madre de nuestro adversario para ofenderle? ¿Qué tiene que ver ella con la discusión o con el asunto en sí? ¿Por qué siempre se ataca a las mujeres aunque sean totalmente ajenas al tema? Para empezar, estamos ante un insulto machista porque veja a una mujer que ni siquiera está presente en la conversación. Jamás se ha visto que nadie denueste al padre de su interlocutor para ofenderle, mientras que en el caso de las madres sí existe ese insulto que las alude y ofende constantemente.

Es difícil entender que se estigmatice con un insulto a quien sea hijo o hija de una mujer a quien en la mayoría de los casos, la sociedad ha obligado a prostituirse. No es entendible porque se le culpabiliza de algo que no tiene nada que ver con su voluntad y aún menos que se utilice para la ofensa, cuando para ser más rigurosos, quizás al insultado debería llamársele hijo de putero o de violador, para estar más cerca de la realidad. Está claro que para esos insultadores/as, el cuerpo de la mujer merece menos respeto y para muchos es el pecado, el error, el vicio, lo que no se puede disculpar.

Las personas a quienes las prostitutas nos merecen respeto, a la vez que queremos que se pongan los medios para que nadie tenga que prostituirse, debiéramos pelear porque desaparezca de nuestro lenguaje lo de “hijo de puta” y denunciarlo como una más de las humillaciones que sufren las mujeres, donde seguramente más les duele, en sus hijos e hijas.

Por todo lo anterior es inaceptable que alguien con la responsabilidad de la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, le diga “hijo de puta” al ya presidente del Gobierno y lo haga nada menos que en presencia de su madre y desde el mismísimo Congreso de los Diputados; tan inaceptable como que su partido no la desautorice de inmediato y sus compañeros le rían la “gracia”.

Y por si hay alguna duda, esto no tiene nada que ver con la libertad de expresión, sino con la intención de que, entre otras cosas, el lenguaje sexista se vaya considerando como tal y por lo tanto fuera de lugar.

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