Vía Augusta
Alberto Grimaldi
¿Podemos puede?
Ojo de pez
LA tendencia de la izquierda española a ponerse del lado de los nacionalismos llamados periféricos, candente desde la Transición (en realidad desde mucho antes, aunque eso daría para otro debate), se ha instalado ya ampliamente en la inercia y en el paisaje de lo previsible, por más que choque de lleno con cierta tradición intelectual e ideológica de la propia izquierda europea. A todo el mundo le parece de lo más normal que IU apoye el derecho a decidir de los catalanes según la fórmula de Artur Mas y ERC, como si no hacerlo pudiera considerarse un llamamiento a la mordaza. Pero, qué quieren que les diga, a un servidor no deja de causarle perplejidad. Uno creció bajo el influjo de hermanos mayores que se colgaban la chapita de Nuclear no, gracias y pregonaban la internacionalización, el derribo de las fronteras, el fin de las patrias, el multiculturalismo y todo aquello. Y ahora resulta que el partido garante de esta utopía ve con buenos ojos una consulta dirigida exclusivamente a partir en dos a una ciudadanía que hasta ahora se había llevado razonablemente bien, con el único fin (los de ERC han sido bastante explícitos al respecto) de otorgar privilegios a una mitad y negárselos a la otra. Y todo, qué duda cabe, en virtud de la bandera.
Con su apoyo al proceso, IU incurre en dos errores. El primero consiste en creer que siempre resulta oportuno pedir la opinión del pueblo como sujeto soberano. Ya Sócrates dejó claro que cualquier posible pregunta es, en sí misma, e independientemente de la respuesta, la avanzadilla de una intención determinada. Y la intención puede ser pérfida, además de política. ¿Qué pensaría IU de un referéndum convocado para pedir a los ciudadanos su opinión sobre la idoneidad de recuperar los presos de conciencia o la pena de muerte? ¿No consideraría que con ello, fuese cual fuese el resultado, se daría un enorme paso atrás en materia de derechos humanos y razón democrática? ¿No es capaz entonces el partido de prever las consecuencias sociales que acarrearía la consulta de Mas? Pues no. Parece que no.
El segundo error de IU consiste en creer que el nacionalismo español (que existe, y es feo, injusto e insolidario como todos los nacionalismos) hace bueno al nacionalismo catalán. Pero ya ven, Mas no se ha cortado un pelo al buscar financiación extranjera ni al evaluar la posibilidad de instaurar un ejército, tal y como hizo Sabino Arana en su día. Todo sea por fomentar el odio. Pero sí, lo de creer que todos somos hermanos era una absurda utopía infantil. Qué lástima.
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