
La esquina
José Aguilar
Sánchez ignora al Parlamento
Estoy viendo por las demoníacas RRSS el alud de insultos y vejaciones que está recibiendo Karla Sofía Gascón. No puedo creer que siga habiendo tanto odio comprimido en la mayoría de los mensajes que leo por aquí y por allá. Acoso y derribo. No es que posea un palmarés espectacular, pero parece ser que la crítica se ha rendido a su interpretación en una de las películas más nominadas de la historia del cine. También mantuvo un litigio contra la líder de la extrema derecha francesa Marion Maréchal por un comentario transfobo. Por ahí la he visto enfrentarse a un conocido presentador en una entrevista porque este le preguntó si podía dirigirse a ella como una mujer trans, a lo que esta respondió que es una mujer sin más. Hubo cierta tensión. Lo que no puede ser es que ella quiera ir dando lecciones de moralidad y saquen a relucir los trapos sucios que escondía bajo la alfombra. Se trataba de unos comentarios racistas e islamófobos que había dispersado por su cuenta de Twitter. Hija mía, no puedes pedir respeto si no predicas con el ejemplo. Al enterarme de esto, dejé de apoyarla en su cruzada contra la intolerancia. No obstante, ha reculado y ha pedido perdón; pero sigue estando en cuarentena, ya que se ha disculpado cuando la Academia ha amenazado con retirarle su nominación. La has cagado, querida Karla. Finalmente la ha retirado. Cada cual puede expresar su opinión, pero debe apechugar después.
En mi centro de trabajo había una adolescente trans, que iba cambiándose el nombre de chico a chica a su antojo, dependiendo del trimestre. En el recreo observaba cómo empujaba y amenazaba a otros niños para que estos la atacaran y poder victimizarse. Supongo que karlas hay por muchos sitios. Sin embargo, ni podemos, ni debemos usar esto como vara de medir. Tengo en mente a la única e irrepetible Sandra Almodóvar, cuya manera de ser y actuar era sencillamente angelical. En la novela que próximamente verá la luz, aparece una Sandra maltratada y golpeada desde que tenía uso de razón. Odiada y repudiada por su familia y apaleada por sus parejas.
Me sorprendía enormemente que, después de tanto odio acumulado a lo largo de su vida y de tantas patadas y puñetazos recibidos, ella siguiera desprendiendo amor y felicidad. Y confiando en la bondad del ser humano.
Sandra debería ser un ejemplo de superación y de amor al prójimo. Incluso apoyó y ayudó a todos aquellos que la maltrataron. Si de mí dependiera, yo la canonizaba. Ella tenía un corazón enorme. A las personas hay que valorarlas por esto. Todo lo demás es secundario.
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