El visto y no visto del mural del Mandalorian en la esquina de la Almeda con Tomas Heredia llama nuestra la sobre la fragilidad del patrimonio arquitectónico de una ciudad en la que parece que cualquiera puede hacer de su capa un sayo. O casi cualquiera. Porque el asunto varía dependiendo de si eres el arquitecto que rehabilita una fachada y, para obtener licencia, tiene que elegir entre la carta de colores del centro o el artista que luego monta un restaurante mejicano con fachada en rosa fucsia y cuadraditos celestes sin encomendarse ni a Dios ni al diablo.
A diferencia de otras ciudades, la arquitectura histórica malagueña no es de piedra, sino de tapial, ladrillo, o mampostería de cal y cantos, posteriormente enfoscada con morteros de cal. Podría decirse que esta tradición constructiva tiene una explicación económica, pero me inclino a pensar que el motivo es más prosaico: la piedra de los alrededores no es buena para la labra. De este modo, dificultada la elaboración de complejas molduras en piedra, la respuesta que la arquitectura sevillana encontró en el trabajo del ladrillo, obtuvo su réplica en Málaga en las pinturas murales del barroco. Habría que esperar hasta el s. XIX para que el despegue de la que llegó a ser durante unas décadas una de las principales ciudades industriales de España se manifestase en una arquitectura de materiales más nobles. Arquitectura residencial en el que el poderío económico de las familias malagueñas se presentó en forma de palacetes en la recién inaugurada Alameda.
Pues todo esto es leche y habas. Si a Disney se le ocurre plantar un mural publicitario de una serie futurista encima de 120 años de historia, se planta y Santas Pascuas. Si cualquier municipal pasa por allí, el éxito de la acción dependerá de la tranquilidad con la que se esté realizando, porque nadie podría pensar que se han puesto manos a la obra bajo el principio de que siempre es mejor que pedir perdón que pedir permiso. Aunque si a usted, mortal, se le ocurre poner una plataforma elevadora cortando media calle durante unos días, les faltará tiempo, y con razón, para pedirle la oportuna licencia. Y esto no quiere decir que no puedan realizarse acciones creativas como un mural. Medianeras horrorosas en la ciudad no faltan. Es una mera llamada de atención a nuestra incapacidad para proteger en la práctica lo que nos conjuramos a defender en los papeles.
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