La lluvia de Mike Oldfield

Los pantanos seguirán faltos de agua, lo que nos hará poner, una vez más, cara de emoticono asombrado

Observar la lluvia tras el cristal nos hace pensar machadianamente que hoy es siempre todavía. La melancolía nos alcanza tópica pero inevitable. Suena entonces la canción Man in the Rain de Mike Oldfield y Cara Dillon, cuya letra habla de un amor echado a perder, como la vida malgastada o la oportunidad que no regresará.

Así andamos estos días lluviosos, como si este Man in the Rain se hubiera alojado dentro de más de uno con toda su alegría y jarana. El caso es que por fin llueve, al modo viejuno, aunque ahora los meteorólogos peñazos como Roberto Brasero, el de Antena 3 (ese tipo que siempre se propuso ser uno más de la familia), nos digan que técnicamente está lloviendo porque a una dana le sucede otra.

Andamos aún bajo un periodo de sequía, la cual nos recuerda, como la misma lluvia, que la falta de agua es algo que también sucede en el pasado. No vamos a negar que el cambio climático existe. Pero nada ni nadie nos va a hacer dudar de la verdad de nuestra memoria. En esta tierra siempre hemos padecido años de sequía. De niños, igual que de zangolotinos y granujientos, teníamos que ducharnos en las horas permitidas.

Al aciago invierno le dimos ya su merecido patadón. Acaba de entrar la primavera, aunque la que más nos gusta es un poco más tardía, cuando los campos y dehesas se desangran entre rojas amapolas de toda la vida. Pese a estos días de lluvia monocorde, la Aemet augura una primavera seca. Quiere decirse que la sequía continuará y que la lluvia que ahora cae es poco menos que una sobreactuación del amigo Man in the Rain. Los pantanos seguirán faltos de agua, lo que nos hará poner, una vez más, cara de emoticono asombrado. Cuántas veces hemos oído que, cuando caen las lluvias furibundas, los pantanos se ven obligados a desembalsar agua. Y cuántas veces hemos visto también que ríos y riachuelos han arruinado urbanizaciones ribereñas porque la Naturaleza ha reclamado sus escrituras.

Los ayuntamientos pretenden reducir el consumo de agua. La medida tiene un aroma como analógico, igual que la guerra a la vieja usanza que se está librando en Ucrania, igual que el boom de nazarenos que se espera esta Semana Santa recordándonos aquel viejo festín de los 90. Es como si el pasado reclamara su moldura de cartón piedra sobre el tiempo extraño y mutante de hoy. Por eso es como si lloviera sobre mojado, aunque la sequía continúe más allá del nostálgico chute que nos ha traído Mike Oldfield y su canción.

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