Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Ypor fin llega ese mes soñado: Agosto. De vacaciones de ensueño, de descanso reparador, de la gran desconexión. En una palabra, de expectativas de felicidad. El verano es un imaginario de huidas y de sueños. Las vacaciones no son otra cosa que un intento de vivir algo inolvidable cada año. Agosto es ese Shangri-La donde todos intentamos descansar pero transitando de nuestra realidad hacia otra distinta, aspirando a un cambio liberador de vida cotidiana, unas veces viajando, otras sin movernos de nuestra ciudad. Un cambio que, si somos sinceros, muy pocas veces llega a ser como esa utopía soñada.
Identificamos las vacaciones con el viaje, pero no olvidemos que para los griegos, y en particular, para Aristóteles, el ocio era vital para buscar la sabiduría y la verdad. Pensando en todo esto, recordé a Faulkner y su novela Luz de agosto, una de las mejores del escritor norteamericano y también a la editorial del mismo nombre de mi amigo, el escritor Rafael García Maldonado que publica con exquisito gusto literario y calidad algunas joyas literarias. Ahora que hay algo de tiempo, ¿Qué tal si se animan a leer los dos títulos publicados por esa editorial: Benito Cereno de Herman Melville y ‘Los Adioses’ de Juan Carlos Onetti? Pero porqué pensar solo en autores clásicos, si quieren leer una buena novela, lean Barbara Gunz, la última del propio Rafael.
Las vacaciones y agosto constituyen una aspiración a la felicidad. A veces, se asocia con la nostalgia o con la melancolía de un tiempo pasado o de experiencias vividas de una felicidad perdida. En otras ocasiones, parece que debe de justificarse o no parece menos posible si uno no se mueve de su ciudad.
El viaje es el eje de las vacaciones como proyecto aspiracional. Ya San Agustín escribió El mundo es un libro y aquellos que no viajan solo leen una página. El viaje como conocimiento de otros lugares, de otras costumbres, de otras culturas, de otras gastronomías nos debería hacer más tolerantes y debería relativizar el propio peso de nuestra identidad y de nuestro chauvinismo, para tener una mirada del mundo y en el mundo más cosmopolita. Además, el viaje no es sólo conocer sitios y hacer fotos –aunque todos somos turistas- sino debe implicar un cierto autoconocimiento un pensar sobre el significado de ciertas cosas y de nosotros mismos, precisamente, por la distancia de nuestra realidad que supone el viaje. Quizás por eso, no se trata de ver todo el mundo sino se puede pero sí de viajar por lo que ello supone, Susan Sontag lo vio con lucidez cuando afirmó: ‘No he estado en todas partes, pero está en mi lista’. Hagan lo que hagan, disfruten de la luz de agosto. Por cierto, este columnista no cierra por vacaciones.
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