No descansaré hasta conseguir que los médicos lleven alpargatas”. Esto lo dijo un conocido político de la transición, en un mitin en1982. Desde entonces, no sé si premeditadamente o de manera inconsciente, la clase política se ha encargado de intentar hacer realidad esta frase. En estos últimos 40 años se ha conseguido que los médicos españoles sean de los peor pagados de Europa, que el poder adquisitivo de estos no haya hecho nada más que disminuir y que el prestigio social de la profesión haya decaído de forma alarmante. Ser médico ahora en España no es demasiado atractivo.

Esta profesión liberal se ha laboralizado, no solo en la sanidad pública, sino también en el ámbito privado. Mirando hacia atrás recuerdo, los contratos “basura” que nos obligaban a firmar; contratos exclusivamente para cubrir guardias, contratos de noche (llamados búhos), con una retribución irrisoria, eventualidades renovadas mes a mes, siempre con la amenaza de “no renovar”; paga extra recortada desde 2010 y aún no recuperada, facultativos que han estado como interinos hasta 30 años; incluso en épocas en que la administración sanitaria era de signo político de izquierda (progresista). Las agresiones a los médicos no han dejado de crecer en los últimos años. De tal manera que durante 2023 se han producido un total de 769 agresiones a miembros de este colectivo, lo que supone que cada día dos médicos en España sufren violencia y sitúa la cifra total desde 2011 en 7.261 agresiones.

Nuestras prescripciones farmacológicas en el ámbito público son estrictamente controladas por los farmacéuticos de distrito y hospitalarios, siguiendo instrucciones de las gerencias de las distintas comunidades autónomas. Y algunas de las atribuciones y tareas del médico, en lo que se refiere a prescripción, tratan de suplirse a través de enfermería, que ahora puede prescribir algunos fármacos y suspender o modificar dosis de otros. La desigualdad salarial entre las distintas autonomías es cada vez más acentuada, dado que algunos avezados administradores sanitarios, se han dado cuenta del éxodo de profesionales.

Un éxodo que en los últimos 10 años es de unos 18.000 profesionales (2800 en 2023). Y para terminar, se pretende reclasificar medicina y enfermería en la misma categoría del estatuto básico del empleado público. Siempre con la excusa de la vocación profesional, bajamos la cabeza y seguimos poniendo por delante al paciente; y me pregunto ¿hasta cuándo los médicos/as y respectivos colegios profesionales permaneceremos callados?

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