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Diccionario de campaña

Mamotreto y opinómetro

Mamotreto parece el término adecuado para el hotel del Puerto, un armatoste poco estilizado y condenado a mil enredos

Mamotreto. Término habitual en Málaga para referirse al hotel del Puerto, una torre de 150 metros proyectada en el Dique de Levante. También se utiliza el término Cachotel. Sólo la extrema derecha y la extrema izquierda se oponen a la ubicación del mamotreto en el Dique de Levante; de lo que podría deducirse que el hotel es un proyecto de centro, pero también que los partidos institucionales son los beneficiarios del negocio y desdeñan el riesgo de empobrecer el paisaje de la ciudad irreparablemente. Mamotreto es una palabra que ha crecido con el tiempo. Etimológicamente proviene del griego mammóthreptos, vocablo compuesto por threptós (criado) y mámme (abuela), y por tanto significa ‘criado por la abuela’, y de ahí deriva el significado de pesado o abultado, por la creencia de que las abuelas alimentaban más concienzudamente a sus nietos hasta engordarlos. En el primer Diccionario de 1734, era un buen cuaderno de notas; en el siglo XIX, pasa a ser legajo abultado y a menudo deforme; ya en el siglo XX, en la edición de 1927 tomó la acepción de “armatoste” que ha perdurado. En países latinoamericanos, tiene el matiz de confuso y difícil de cumplir. Mamotreto, así pues, parece el término adecuado para el hotel del Puerto, un armatoste poco estilizado y condenado a mil enredos, que ha sido engordado por el abuelo De la Torre. El mamotreto es defendido con entusiasmo, como cabría esperar de ellos, por los principales candidatos.

Opinómetro. 25 máquinas adquiridas en 2010 por el Ayuntamiento, con fondos de un plan para la creación de empleo. Se trataba de disponer de un mecanismo para sondear la opinión pública. “Un instrumento potente de participación ciudadana” según la valoración inicial del alcalde. Tras la primera prueba con resultado adverso para el Ayuntamiento, se concluyó que eran un instrumento fallido. Los opinómetros no superaron que el alcalde descubriera que esas máquinas carísimas no servían para darle la razón. En ese momento se ordenó guardarlos en una almacén con vistas a reciclarlos. El criterio extraoficial es que era necesario preservar la capacidad de manipular la opinión ciudadana, en asuntos como el Metro al Civil o el Parque de Repsol, usando los medios tradicionales. Con los opinómetros en funcionamiento se correría el riesgo de que se conociera la opinión real de la gente sobre el mamotreto, o sobre Teresa Porras, o sobre gastos inútiles como los propios opinómetros… y eso era demasiado riesgo.

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