La mancha?de aceite

La otra mañana en una cafetería pedí una tostada de aceite. Fuera miserias, un día es un día, me dije

A finales de los noventa del siglo pasado, cuando la gasolina tuvo un aumento excesivo de precio, se puso de moda un chiste que tenía de protagonista a un conductor que se paraba en una gasolinera y pedía veinte duros de gasolina. “¿Veinte duros? A dónde quiere usted que le eche la mancha”, le contestaba el gasolinero. Ahora pasa lo mismo con el aceite de oliva. El otro día mi amigo se echó una mancha de aceite en el jersey y fue luciéndola por todo el pueblo. ¡Es de virgen extra!, le decía con orgullo a los que se le quedaban mirando el lamparón. Mi amigo dice que con los precios que tiene hoy el aceite de oliva tener una mancha de ese producto es un lujo que hay que exhibir. Y lleva razón. Los que tenemos nuestra biografía con el olor de las almazaras, nunca hubiéramos llegado a pensar que aquel líquido que nuestras madres nos echaban en el hoyo de pan y que nosotros odiábamos por lo frecuente que nos lo daban, llegaría a ser uno de los productos más caros de los supermercados. En algunas grandes superficies ya les ponen a las botellas de aceite esos mecanismos antirrobo que llevan las de güisqui y ginebra. Y me cuentan que en algunos bares han tenido que poner cadenitas a las botellas de aceite para evitar que alguien se las lleve, como hacían con el peine en aquella posada de la calle San Juan de Dios, que ataba el instrumento que sirve para peinarse a una cuerda para que no se perdiera en bolsillo ajeno. La Posada del Peine, le llamaban a aquel sitio. Y todo debido a esa escalada tan brutal del aceite de oliva. Casi un 227 por cien. Lo nunca visto. Dicen que es debido a la caída de la producción en la última campaña a consecuencia de la sequía. Me acuerdo de que en mi pueblo había una expresión de los olivareros cuando llovía en el otoño: “¡Están cayendo billetes de mil pesetas!”, decían mirando al cielo. De acuerdo, puede ser por sea por la sequía, pero también por la fuerte especulación que existe alrededor de este producto, puesto que el aceite que ahora mismo está en los supermercados a disposición de los consumidores se compró a los productores a unos precios muchos menores que los que hay ahora en las estanterías. La otra mañana en una cafetería pedí una tostada de aceite. Fuera miserias, un día es un día, me dije.

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