Lo mejor y lo peor

La gente exige a sus gestores soluciones y ya no se conforma con que los políticos hagan visitas para transmitir consuelo

En las situaciones límite siempre sale a relucir lo mejor y lo peor de la condición humana. Campanillas no ha sido la excepción. En el terreno político, el primer mensaje del alcalde de Málaga, desde el centro de emergencia, a primera hora de la mañana del sábado, consistió en defender que el plan de actuación se activó a tiempo. De sus palabras se desprendía que el personal operativo se trasladó al barrio pero su único trabajo fue tranquilizar a los vecinos.

Más tarde el regidor anunciaba que en "pocos días" reclamaría a la Junta que recuperase el proyecto de encauzamiento del río Campanillas, olvidado hace quince años, y proponía que se rebajase el fondo del lecho y se dotaran de algunas escolleras en las zonas más próximas a las viviendas para prevenir futuras inundaciones. Como se dice en el argot popular, De la Torre optó por acordarse de Santa Bárbara después de ver los truenos.

Pero una administración al servicio del ciudadano, lo primero que debería hacer es abrir una información interna para ver qué pudo fallar o no esa noche. Analizar si en este tiempo se ha hecho lo posible para evitar lo sucedido y presentar los resultados. En la política actual, lo único importante es pasarle cualquier responsabilidad a otro. Una oposición responsable tampoco aprovecharía la ola de indignación de una barriada para pedir, sin más, una comisión de investigación e intentar sacar un rédito fácil. La memoria suele fallar, pero no recuerdo muchas ruedas de prensa del PSOE en Campanillas para reclamar al Gobierno andaluz que ejecutase el proyecto de encauzamiento del río. Entre otras cosas porque en 14 años de esos tres lustros que acumula de retraso gobernó el mismo partido político al que pertenece el grupo municipal socialista.

Pedro Sánchez sobrevoló las zonas afectadas por Gloria. Luegose embutió en el esmoquin y se fue a la fiesta de los Goya en Málaga. Pero chirrió que estando aquí no consiguiera acercarse un rato a Campanillas. Cuatro días después envió a la ministra de Hacienda, que tuvo que lidiar con el malestar vecinal. La gente exige de sus gestores soluciones, ya no se conforma con recibir consuelo. Aunque al menos hay que admitirle a María Jesús Montero la valentía de pisar Campanillas. Sobre todo porque llegó de Madrid para transmitir un mensaje confuso a los damnificados y precisamente no iba a cosechar aplausos. La realidad es que la mayor parte de los afectados, como ha sucedido en otras inundaciones precedentes, nunca recibirán una compensación económica similar a la cuantía de los daños sufridos.

Lo mejor fue, una vez más, la capacidad de muchas personas de volcarse con sus congéneres en situación límite.

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