Como un ministro

16 de febrero 2025 - 03:10

Me siento gilipollas. Como un ministro o un alto cargo de esos a los que les deja de rular el móvil. De los que borran los historiales del guasap y los mensajes con las pruebas del delirio pegaso. En mi caso ha sido involuntario. O lo que es peor: me han infectado el teléfono con estupidez. Lo del malware, los virus y todas esas triquiñuelas de cantimpalo. Los viejenials estamos descubiertos ante los peligros de la timadora innovación. La calavera no nos da para más. Al viejo y al bancal lo que se les pueda sacar. Desde el tirón de peluco de oro al contrato leonino por teléfono de la soledad. La picaresca evoluciona creativa. Los mangantes pululan por tierra, mar y ciberespacio. Te recomiendan no descolgar el auricular con un sí por si te pueden grabar la conversación y manipularla a su antojo. Por maña de birli birloque te endosan una ruina cuentahabiente. Aún así, dicen que el mundo es más seguro. En Cenacheriland las tasas de criminalidad son las que son. Un oasis comparado con la violencia e inseguridad que se estila en las selvas urbanas cosmopolitas de balacera. Cenacheriland es segura. Contabiliza las pifias propias de una mediopoli crecedera. Lo que le decía, me siento tonto de baba y babia. Como un secretario de golpe de estado ministril: inánime y circunspecto que no tiene ni puta idea de por dónde van los tiros de su negociado. Ni los de coca fariña, que la droga está muy cara, como los langostinos, y a los bipolares rellenos nos acelera también el colesterol. Tengo la impresión de que nos gobierna una élite flipada empastillada. Se percibe por la mirada hierática-lexatin. Como esculpida en mármol. Acorde con la cara de sonrisa armada de argumentos fatuos del y tú más Debe de ser muy frustrante llegar al carguito con mucha idea nueva y energía para mejorar el desastre y encontrar el panorama fosilizado. Tachar a bulto los días del calendario y saturarlos de presunta actividad. Dejar que el segundero te asaete el ritmo cardíaco antes de huir a la carrera, momificar los marrones y con fortuna patada para adelante. Seguir en la melé del tira y afloja y salir disparado hacia las más altas cotas de la incompetencia profesional. Codazos, mordiscos, arañazos y los cristales de las gafas mugrientos por haber trasegado tanta mierda con el rictus marrón para una fotoposteridad amnésica:-(

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