Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

El mundo se mueve

El feminismo y el ecologismo han sido los grandes movimientos de cambio social en el siglo XXI

El fin de la Historia, tal como lo definió Francis Fukuyama tras la caída del muro de Berlín, ocurrió. Sus consecuencias son hoy más perceptibles que nunca, a pesar de que sucesos como la guerra de Ucrania nos hagan retrotraernos a lo más duro del siglo XX. Básicamente, el principio enunciado por el politólogo estadounidense venía a decir que tras el triunfo de occidente en la Guerra Fría el mundo iba a dejar de moverse por grandes convulsiones ideológicas entre capitalismo y socialismo o entre democracia y dictadura. El triunfo liberal iba a consagrar un nuevo sistema de valores e iban a ser otros los movimientos los que prendieran en la sociedad.

Algo, o mucho, de eso pasó. Lo que llevamos de siglo XXI ha sido el tiempo del feminismo y el ecologismo como las grandes banderas bajo las que se agrupaban los que quieren cambiar las cosas. Nadie puede hoy ignorar que la preocupación por la conservación del medio ambiente y la lucha por la igualdad efectiva entre hombres y mujeres son los dos grandes vectores que han protagonizado la transformación social en las últimas décadas. Lo han hecho, además, para bien porque han representado los anhelos de mejora de las condiciones de vida y de justicia social que han movido a la humanidad desde la Revolución Francesa. Hoy el ecologismo y el feminismo son políticas transversales que no puede ignorar ningún Gobierno y que tiene que formar parte, por obligación, del programa de cualquier partido que aspire a un amplio respaldo.

Como todos los movimientos sociales, ambos han dado lugar a un cúmulo de excesos que hasta cierto punto los han desvirtuado. El fundamentalismo y la falta de flexibilidad son siempre malos y tanto el ecologismo como el feminismo han dado, y siguen dando, sobradas muestras de ello. Nada que no haya pasado antes corregido y aumentado: el socialismo derivó en el estalinismo y el capitalismo propició dictaduras de enorme crueldad en muchas partes del mundo.

Pero sería absurdo ignorar, como se pretende hacer muchas veces, que la lucha de los activistas medioambientales y de las mujeres han contribuido a mejorar la vida y que han sido un fermento de cambio imprescindible para entender el mundo en el que nos movemos. Un mundo que cambia a una velocidad vertiginosa y en el que la transformación social ya no la hacen los políticos, que suelen ir a remolque, sino los movimientos que surgen de los ciudadanos.

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