Quousque tandem
Luis Chacón
Una diada progresista
Mitologías Ciudadanas
Lo de Afganistán es la historia de un fracaso: el de la razón, el librepensamiento, el laicismo… Un país feudal que, por razones geoestratégicas, ha sufrido toda clase de invasiones, además de luchas continuas entre clanes tribales (los señores de la guerra), por el control del territorio y el negocio millonario de las drogas (sobre todo, opio).
Con el triunfo de los comunistas, a finales del XX, surgió la oportunidad de modernizar el país, pero el choque entre los intereses de la URSS (que apoyaba al gobierno comunista) y EEUU y sus aliados, que apoyaban a las guerrillas islámicas contrarias al gobierno, acabó en guerra civil. Hay que recordar la exaltación que los EEUU hicieron entonces de esos guerrilleros caciquiles y fundamentalistas islámicos, como muyahidines, freedom fighters, luchadores por la libertad, a los que, para consumo de las masas populares, incluso se les dedicó la película Rambo 3 ("Esta película está dedicada a los bravos combatientes muyahidines de Afganistán").
El resto de la historia es conocido. Al Qaeda, amamantada por la CIA y dirigida por Bin Laden, uno de aquellos muyahidines, el 11 de septiembre de 2001, hizo saltar las Torres Gemelas e, ipso facto, Bin Laden se convirtió en el terrorista más buscado y los muyahidines pasaron a ser tratados como talibanes, con todo lo que eso significa. Además, en santa alianza, se invadió Afganistán, se derrotó a los talibanes, se nombró un gobierno títere, se inventó un paripé de democracia, se invirtió miles de millones para crear el ejército afgano y para reconstruir y mejorar las condiciones de vida del país, sobre todo de las mujeres y de los niños, entre otras -según se ha visto ahora- mascaradas populistas. Diez años después, en 2011, tras acabar con Bin Laden, los americanos comienzan a preguntarse qué leches se les ha perdido ya en el culo del mundo, con lo caro que eso cuesta. Resultado, los distintos gobiernos americanos diseñan un plan de salida de Afganistán, y el presidente Biden, tras declarar que: "el objetivo de la presencia aliada en Afganistán nunca ha sido construir un estado democrático ni estructurado en el país, sino impedir que fuera una base para ataques terroristas (a los EEUU)", da la orden de abandonarlo -"que lo defienda el ejercito que hemos creado"-, y, en un rato, sin resistencia por parte del ejército afgano ni de la población civil, los talibanes vuelven a hacerse con el control del país, a los 20 años del atentado de las Torres Gemelas ¿Para qué ha servido tanto dolor y sufrimiento, tantas muertes (incluido los 91 militares españoles), tantos millones invertidos…? ¿Valió la pena invadir Afganistán?
Los talibanes ni engañan ni hacen política, sino que guiados por la teología, hacen teocracia, así que hay que imaginarse cuál va a ser el destino de la buena gente afgana y, sobre todo, de las mujeres ("seres creados para dar placer al varón, parir y tener limpia la casa del barbado"). Los que sí engañamos (y nos dejamos engañar: nos encanta que nos cuenten cuentos) somos nosotros. Tal vez habría que pensar que las grandes acciones liberadoras, democráticas y justas, pero en casa ajena, hay que verlas con recelo y apoyarlas con cuentagotas y, ahora, ya urge, garantizar un pasillo humanitario para que todo el que quiera, sobre todo las mujeres, puedan abandonar el país.
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