La ciudad y los días
Carlos Colón
Suspiros de Sánchez
La cultura de la bulla en la que vivimos, y no me refiero en este caso a la que se monta delante de los pasos, nos impide la reflexión y el análisis profundo, por más que haya muchas columnas de opinión y tertulias variadas en la tele y la radio. Sólo importa lo inmediato, lo que se muestra en un tik tok o en un pin pon (una fórmula de pregunta y respuesta rápida con personas conocidas). Y así, con tanta superficialidad, la inmensa mayoría se queda con eso, sólo con lo que flota.
Pero hay más. Incluso en el Parlamento de Andalucía donde esta semana hemos escuchado insultos variados a cuentas de las cuentas públicas para 2026 hay margen para la esperanza. Porque sí. En la Cámara andaluza los diputados de los diferentes grupos políticos dialogan y negocian. No es raro ver cómo el portavoz de Vox, Manuel Gavira, habla con el diputado socialista Mario Jiménez o cómo el popular Pablo Venzal negocia con el director del grupo de Por Andalucía, Rafael Ibáñez. No sólo tienen cordialidad en los mensajes de whatsapp sino que charlan en las comisiones, acuerdan los comparecientes para las diferentes leyes e, incluso, a veces, votan por unanimidad.
Lo que cabe preguntarse es por qué estas conversaciones se mantienen en un segundo plano, tapadas por la discreción y evitando que la prensa esté al tanto de las mismas. Es cierto que resulta difícil ver a diputados de diferentes grupos en el comedor de las Cinco Llagas o en la cafetería. Y ha habido tiempos, no tan lejanos, en los que en esas mesas blancas se han pactado importantes acuerdos políticos beneficiosos para los andaluces. ¿Los políticos son los culpables de la crispación? ¿ O responden a una sociedad cada vez más crispada que ve como una claudicación hablar con quien piensa diferente? Dicen que en el Congreso de los Diputados las relaciones entre los dos bloques ideológicos están completamente rotas, incluso que dentro de esos bloques hay quien no se habla. Y no es que en el Parlamento andaluz todo sea color de rosa pero tampoco todo es fango. Claro que eso es una cosa y otra que los andaluces debemos exigir a nuestros políticos que se arremanguen para trabajar por el bien común. Y quizás el primer paso sea normalizar la conversación de quien piensa distinto en la casa de la palabra.
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