Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

coleraquiles@gmail.com

La noche del gorila

La explicación de la bofetada de los Oscar se encuentra más en la noche de los tiempos que en el patriarcado

Al nacer, no somos una tabula rasa. Venimos al mundo equipados con un software pensado para la perpetuación de la especie: comer y procrear. Sobre este caballo ciego, ponemos montura, bridas, escuela de equitación, educación, cultura, géneros. La génesis del comportamiento del actor de éxito que golpeó a un cómico estúpido que había hecho un chiste de muy mal gusto (como casi todos los de los Oscar y los Goya) sobre la hembra del actor habría que buscarla, más que en el patriarcado, en el comportamiento de los gorilas. Los gorilas macho, según la National Geographic, tienen pene y testículos pequeños. La razón que dan los etólogos de los 5 centímetros del pene de los gorilas es plausible: estos animales invierten toda su energía en labrarse un cuerpo escultural y musculoso con el que mantener alejados a los tenorios ocasionales que merodean en torno a las hembras de su harén. Los gorilas no se entretienen en tonterías, y no se le ocurre alzar monolitos fálicos, como hacen los hombres que, más que a la longitud del miembro, los erigen como trasunto de la enormidad del placer que obtienen de ese adminículo, tenga 5 o 30 centímetros. El agresor se ha justificado: él salió a defender a su familia, su territorio su hembra, como un gorila. El cómico desafortunado, jugando estúpidamente con el lenguaje, es mucho más 'cultura' que su agresor que actuó, supongo, movido por 'un instinto ciego'. Hasta el más pacifista, el menos guerrero, el macho más manso, en algún momento de su vida se habrá visto comprometido en la defensa de una hembra de su familia. Mi hijo y yo hemos estado en contra del servicio militar, del armamentismo, de Putin de Biden, de todas las guerras. Mi hijo, como es muy grande, pudo vivir en Vallecas, según me informa, sin pelearse, sin que nadie le agrediera, y este Bloguero de Arrabal, solo se ha peleado alguna vez en la escuela y con sus hermanos, dentro del forcejeo de una familia numerosísima. Pues bien, el día que llegó a casa mi hija -que solía ir a estudiar en bicicleta- descompuesta porque un macho de otra manada la había perseguido y agredido verbalmente en su camino de vuelta, mi hijo y yo cogimos nuestras bicicletas, ciegos, y estuvimos buscándolo un buen rato, como gorilas. Por suerte, no lo encontramos. Sin ardor guerrero y sin instrucción, el agresor nos hubiera caneado.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios