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Manuel Sánchez Ledesma

Un novelista muy cinematográfico

'La isla misteriosa' es quizás la obra maestra de Julio Verne en cuanto a la acertada combinación entre extraordinarias aventuras y exhaustivas aplicaciones prácticas de los conocimientos

04 de abril 2016 - 01:00

Aunque ahora parezcan autores antediluvianos, desplazados irremisiblemente de los estantes de las (escasas) bibliotecas de los jóvenes por Los juegos del hambre, Harry Potter o las historias de glamurosos vampiros; muchas generaciones de jóvenes se iniciaron en la lectura con las novelas de Walter Scott (Ivanhoe); Robert L. Stevenson (La isla del tesoro); Daniel Defoe (Robinson Crusoe); Karl May (La venganza de Winnetou) y, sobre todo, Julio Verne, el escritor francés que sin salir de su casa de Nantes, nos describió -y descubrió- las maravillas del mundo, mezclando los conocimientos científicos de la época con las -muy atinadas- proyecciones que su imaginación atribuía para aquellas incipientes tecnologías de finales del XIX, pudiéndosele considerar a este respecto como el padre de la literatura de ciencia-ficción.

Su extraordinaria habilidad para construir historias de aventuras dotadas de una gran verosimilitud mediante un estudiado entramado científico, hizo que desde el mismo momento de su nacimiento, el cine se interesase en poner en imágenes aquellas novelas que habían encandilado a millones de lectores.

En 1902, un mago que actuaba en los teatros de París, George Méliès, quiso traspasar al recién creado arte del cine, los trucos de magia que realizaba en los escenarios y así rueda la primera adaptación de una novela de Verne: "De la Tierra a la Luna". Con solo 15 minutos de metraje, Méliès fue el autor de la que puede considerarse la primera película de ciencia-ficción: Viaje a la Luna. A decir verdad, la película poco tiene que ver con la peripecia espacial imaginada por Verne pero, paradójicamente, ha generado una de las imágenes icónicas de la historia del cine, la escena en que el cohete impacta en el ojo derecho de una luna antropomorfizada.

En 1958, Byron Haskin (que ya antes había llevado al cine La guerra de los mundos de H.G. Wells) realiza una nueva -y algo más fiel- versión de: De la Tierra a la Luna. Fue la última película de la RKO y se nota la cortedad del presupuesto. Resulta asombrosa la capacidad predictiva de Verne en esta novela ya que sitúa el lugar del lanzamiento del proyectil a muy pocos kilómetros de Cabo Cañaveral, el lugar que medio siglo después utilizaría la NASA para el mismo propósito.

La primera novela de Julio Verne que tuve oportunidad de leer fue, precisamente la primera que escribió el autor francés: Cinco semanas en globo. Irwin Allen llevó a la pantalla en 1962 esta épica aventura de un grupo de exploradores que cruza África Central desde la isla de Zanzíbar al Senegal en un tiempo en que esa zona de los mapas todavía permanecía en blanco. Todavía recuerdo la pegadiza canción del mismo título que interpretada por The Brothers Four constituía el tema central de su banda sonora. Miguel Strogoff es una de las novelas de Verne que más veces se ha llevado al cine. En 1958 se rodó en un llamativo Cinemascope, una coproducción italo-franco-alemana en la que un inexpresivo Curd Jurgens encarnaba al mítico correo del Zar.

Las vicisitudes del valiente oficial del ejército ruso que se enfrenta a los malvados tártaros (que llegarán en una de los pasajes más memorables de la novela a dejarlo ciego) son tan interesantes que convierten en entretenida esta mala película.

Walt Disney abordó en 1954 el proyecto de adaptar al cine Veinte mil leguas de viaje submarino. Encargó la dirección a Richard Fleischer (el director de la legendaria Los vikingos) y contó con Kirk Douglas, James Mason y Peter Lorre como actores principales. La película tuvo un gran éxito. Mason borda el papel de Capitán Nemo y el diseño del submarino Nautilus que hizo el artista Harper Goff es incluso mejor que el imaginado en su día por el propio Verne. La incursión del profesor Lidenbrock ( de nuevo James Mason) en las profundidades del planeta a través de la chimenea de un cráter en Islandia es una de las mejores adaptaciones de las novelas de Verne: Viaje al centro de la tierra.

Animales prehistóricos, mares subterráneos, cuevas tapizadas de piedras preciosas... y la increíble pirueta de volver a la superficie gracias a una erupción volcánica en la isla mediterránea de Estrómboli . La isla misteriosa es quizás la obra maestra de julio Verne en cuanto a la acertada combinación entre extraordinarias aventuras y exhaustivas aplicaciones prácticas de los conocimientos científicos de la época. Fue llevada al cine en 1961 y su máximo mérito es haber contado con el genial Ray Harryhausen (el maestro de la técnica de "slow-motion") para los efectos especiales de la película. De nuevo Walt Disney en 1962 realiza una excelente versión de Los hijos del capitán Grant, las andanzas de dos hermanos para rescatar a su padre perdido en un naufragio. Pero, sin duda, es La vuelta al mundo en ochenta días, la adaptación más fastuosa al cine de una novela de Verne. El productor Michael Todd empleó el novedoso sistema de 70mm. Todd-AO (proyectando a velocidad de 30 fotogramas por segundo en lugar de los habituales 24) para mejorar la resolución. No se escatimó en el presupuesto, rodándose en escenarios naturales. Acertaron al elegir a David Niven para representar al imperturbable "Phileas Fogg", pero Cantinflas, tan genial en tantas películas, no encaja en absoluto (al menos, para quienes hayan leído la novela) en el papel del criado francés Passepartout.

Lo mejor de esta obra es el as en la manga que se guarda Julio Verne para hacerle ganar la apuesta a Fogg de dar la vuelta al mundo en solo ochenta días: Las veinticuatro horas que gana al hacer el viaje de oeste a este, es decir, en contra de la dirección de rotación del planeta. Son 33 las novelas de Julio Verne que han sido llevadas al cine dando lugar a 95 películas además de múltiples series de televisión. A quien no conozca su obra escrita y esté pensando acercarse a ella, le aseguro que no se arrepentirá.

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