SE llama Piotr Pavlenski, se autodenomina artista, es de San Petersburgo y su imagen dio el domingo la vuelta al mundo. Ni corto ni perezoso, se fue a la Plaza Roja de Moscú, se desnudó, se sentó en el suelo junto al mausoleo de Lenin y se clavó los testículos contra el suelo, que por cierto es de adoquín. Estuvo una hora mirándoselos, entiendo que con un dolor insufrible, hasta que se lo llevaron al hospital. Tuve la oportunidad de visitar esa plaza símbolo del comunismo en mayo y la verdad es que hacía frío, así que no quiero ni pensar en qué condiciones estaría.

¿Qué lleva a una persona a hacer semejante acción? Pavlenski aseguró que su acto es una obra de arte, a la que llamó Fijación (nunca mejor dicho), y que representa "una metáfora de la apatía, indiferencia política y fatalismo de la sociedad actual rusa". Hay que reconocer que a este hombre, al margen de su posibles problemas psíquicos, no se le puede acusar desde luego ni de ser apático ni indiferente, un elemento que, ya de por sí, le aporta valor en una sociedad, la rusa o cualquier otra, en la que muchas personas miran para otro lado cuando hay un problema. De todas formas, a este joven artista le gusta reventarse porque no es la primera vez que lo hace. En junio del año pasado se cosió la boca para apoyar a las cantantes del grupo Pussy Riot, que siguen en la cárcel por criticar a Putin, y en mayo se enrolló desnudo entre espinos en la puerta de la Asamblea Legislativa de San Petersburgo. A eso lo llamó Cuerpo y, según el sujeto, simbolizaba "la existencia humana en un ambiente de represión legal".

No hace falta decir que, teniendo en cuenta el lugar donde decidió herirse, los comentarios de los lectores se prestan más al cachondeo que a la seria reflexión que propone este artista que prefiere usar su sangre como pintura. Muchos se preguntan cómo se encontró los genitales con tanto frío o cómo se desclavó con los adoquines.

Su modo de protestar es rudo y doloroso, pero él es el dueño de su cuerpo y sabrá lo que hace. Asusta pensar qué planea en su próximo trabajo reivindicativo, aunque, visto lo visto, no sería raro que culminara su obra dándose machetazos a sí mismo. Es una locura desde el punto de vista del principio humano de la supervivencia, pero lamentablemente no es nuevo. Recuerdo a Mohamed Bouazizi, un joven tunecino vendedor ambulante que se quemó a la bonzo en 2011 para protestar contra el trato policial y las condiciones económicas del país y cuya acción dio origen a la primavera árabe. No creo que Pavlenski tenga el mismo tirón contra Putin, pero nadie puede decir que no le ha echado un par.

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