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En su día caminar tuvo su pedigrí. Atraía por igual al buscador espiritual y al lobo solitario. Desde El peregrino ruso (referente del pietismo ortodoxo) al adicto al deporte más extremo (véase el Maratón des Sables: 250 kilómetros en seis etapas por el Sahara), hay muchas maneras de concebir la caminata. Dijo el Premio Nobel Peter Handke que por fin había hallado sentido a la vida: caminar. De 1987 a 1991 se pateó medio mundo, incluida la España mostrenca y más genuina. Lo hizo con libertad y concienzudo afán (por entonces nadie hablaba de la España vacía ni de la vaciada).
Con permiso de las ampollas, caminar te hace filósofo gracias a dos poderosas razones: tus dos pies. David Le Breton ha reflexionado sobre ello en libros muy leídos. Mucho antes de la implosión turística, hacer el Camino de Santiago te conciliaba con lo mistagónico del cristianismo y te convertía en partícipe del ideal de Occidente. Unamuno, con su tremendismo, hablaba de "romeros de la inmortalidad".
Hoy esa condición unamuniana provoca sonrojo. Muchos de los que hoy alcanzan la plaza del Obradoiro lo hacen al nuevo modo: el peregrino hooligan. Vecinos de Santiago de Compostela se quejan del ruido que arrastran las hordas que llegan a la ciudad con cánticos, palmas y gritos de euforia. El verano agrava la entrada en tromba de la marabunta, como si los guiara Gengis Kahn: peñas de pueblo, excursionistas, estudiantes, viejales del Imserso, jóvenes del catolicismo activo, etc. Es peculiarmente molesta la batahola que generan quienes llegan a destino por la vía del Camino Francés. Algunos vecinos han grabado el tránsito de tanta mara. Piden civismo y educación. Hay quien habla de ambiente Champions. Suele hacerse picnic en el Obradoiro y hasta se han visto caballos atados a pórticos románicos, provocando efectos estremecedoramente rocieros bajo el galaico cielo.
Compadecemos a estos vecinos. El turismo masivo los engulle. El peregrino hooligan ha perdido el sentido hondo y cultural del Camino. Ocurre, sin embargo, que al ex concejal nacionalista del BNG, Rubén Cela, lo que parece irritarle más en su vídeo de denuncia vía Twitter es el colorismo de las banderas españolas y los vivas al Papa y al apóstol Santiago lanzados al paso de una de tantas comitivas. "Si fueran abertzales, de la CUP o xuventudes del BNG se le haría el culo ribeiro", le ha contestado un fulano en el elegante parlamento tuitero. Le sobrará grosería, pero tal vez no le falte razón a este sumiller y experto en ribeiro. Lo de siempre: todo es ideología y cainismo. Qué cruz (la de Santiago, por supuesto).
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