El pío de la unidad

Mañana es el cumpleaños más tenso de una Constitución que tiene que escoger entre el derribo o la reforma

La historia de mi vida es un chiste judío: “Un rabino está intentando arbitrar entre dos miembros de su comunidad. El primero da su versión de los hechos. El rabino lo escucha y, finalmente, dictamina: ‘Tienes razón’. De inmediato, el segundo protesta, cuenta su versión y el rabino contesta: ‘¿Sabes qué?, tienes razón’. Entonces la esposa del rabino exclama: ‘¡No pueden tener razón los dos!’. Y el rabino responde: ‘¡Pues tienes razón!”.

Esta vez se trata de la creciente polémica sobre la Constitución del 78 dentro del antisanchismo. Hay quienes la ven como la garantía del Estado de Derecho que el PSOE quiere dinamitar y llaman a su defensa. Tienen razón. Hay quienes enarbolan el dilema: “El 78 o España”, y ven que la Constitución nos ha traído de cabeza a este atolladero vertiginoso. Tienen razón. ¿Es posible la unidad de unos y de otros? No me atrevo a preguntarle a mi mujer.

El punto de equilibrio estaría en una reforma a saco de la Constitución. Eso daría a los negativos toda la razón que tienen. Pero, como sería según los cauces establecidos en la Constitución, eso daría toda la razón que tienen a los positivistas.

Lo que reportaría cuatro ventajas. Primera, cerraría un debate interno que desfonda la resistencia a Sánchez, posponiendo a su momento la polémica del alcance de las reformas. Segunda ventaja: detectaría a los falsos amigos. Hoy es imposible estar en contra de Sánchez y no aspirar al menos a una reforma constitucional que corrija los abusos que nos han traído a Sánchez y a sus socios. Si alguien quiere eso –y algunos hay–, aspira a ponerse él en el lugar de Sánchez con socios más o menos similares. La prueba del algodón está en asumir reformas concretas. Ojo: una propuesta anticonstitucional de máximos les facilita el camuflaje.

Tercera ventaja: conseguiría que los aliados de Sánchez se tentasen la ropa. Ahora su alternativa es o saltarse la Constitución o, si les sale mal, volver a la Constitución, que ya les va muy bien. Han de percibir que sus maniobras pueden salirles fatal.

La cuarta ventaja es su dificultad. La reforma constitucional, si se hace por Derecho, requiere amplias mayorías. Aunque Sánchez esté en lo contrario, no se puede cambiar la estructura política de un país sin un inmenso respaldo social. Sin una concienciación general, no hay cambio pacífico posible (los unos tienen razón); pero el cambio es imprescindible (los otros tienen razón).

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