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Ignacio F. Garmendia
Yalta
No les descubro nada si les digo que esta época es un sinvivir. No me refiero a la agitada vida política española. El mundo tampoco nos da respiro. Sin embargo, esta semana resulta insuperable la historia del plátano en una pared. Se trata de la compra por parte del empresario de origen chino Justin Sun de la obra de Maurizio Cattelan, Comedian, compuesta por un plátano pegado a la pared. Sun, apoyado en una fortuna que alcanza los 1.300 millones de dólares, pagó sin despeinarse 6,2 millones de dólares en la subasta organizada por Sotheby’s, que esperaba vender la obra en solo 1,5 millones. Además, este multimillonario quiere donar la obra a Elon Musk para potenciar la misión de SpaceX, la empresa dedicada a la exploración aeroespacial.
¿Cómo es posible qué un plátano pegado con una cinta a una pared sea considerado una obra de arte y alcance esos precios? ¿No será un camelo parte del arte contemporáneo? Para los defensores de este tipo de obras, lo importante es que representan la fugacidad y el sentido del vacío. La cuestión sería la siguiente: ¿Es éste un tipo de arte hecho para el olvido? Nos movemos en el territorio del arte líquido, como lo denominó Zygmut Bauman. El filósofo y sociólogo polaco concibe los verbos crear y destruir como dos aspectos del mismo proceso artístico. En Comedian, la obra del plátano pegado a la pared, se puede apreciar esto mismo: ¿Qué sucede si se seca el adhesivo de la cinta? ¿Y si el plátano se pudre? Incluso si es tirada abajo la pared en la que ambos elementos se sostienen, la respuesta a todas estas preguntas es que la destrucción es parte de una obra que, aunque deje de existir, persiste en su idea conceptual. Mientras duró el pegamento y el plátano no inició su proceso natural de descomposición, la obra tuvo su aquí y ahora. Maurizio Cattelan, su autor, solo compró una fruta muy común, y con una tira de cinta de no más de veinticinco centímetros, el mercado la transformó en algo valioso. Como sostuvo Ernst Gombrich, no existe el arte si no los artistas y son éstos los encargados de arrumbar los cimientos sobre los que la idea de arte se asentó cómoda a lo largo de los años. Hay una desmitificación del arte tal y como lo entendíamos y la función del artista sería el sintonizar con el cambio y luchar contra los cánones y los gustos heredados.
Un cripto gurú de éxito, admirador de Trump, Milei y Musk que compra un plátano pegado en una pared, una obra del ‘arte líquido’. Parece afán de notoriedad. Como ya se ha dicho también hay una cierta mitificación del arte y del artista contemporáneos. Como afirma Avelina Lésper, “las obras, al carecer de un valor estético que las justifique como arte, necesitan que se les adjudique un valor filosófico, derivado por lo general de que en todas las obras hay una intención del artista”. Al fin y al cabo, no deja de ser un plátano pegado a una pared.
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