Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Ser pobre en España

Los triunfalismos de los gobiernos no pueden ocultar el crecimiento de la pobreza y la marginación

En España somos cada vez más pobres, incluso pobres de solemnidad. Por ejemplo, los que no tienen hogar y viven en la calle han crecido un 25%. A los comedores sociales acuden cada vez más personas y no sólo son inmigrantes, sino españoles sin trabajo, incluyendo gentes con estudios medios o incluso universitarios. Por otra parte, a los bancos de alimentos van cada vez más personas que, incluso con trabajo -mal remunerado, por supuesto- no llegan a final de mes y no pueden satisfacer la básica alimentación de los hijos. Bancos que, a causa de la actual crisis, ven reducidas sus existencias. Según Save The Children España es el tercer país de la UE, con un 31,3%, de riesgo de pobreza infantil y exclusión social, sólo por debajo de Rumanía y Bulgaria. Es decir, cerca de dos millones y medio.

En realidad, cada día que se va al supermercado, a la pescadería o a la frutería nos sentimos más pobres porque la cesta de la compra se ha disparado, como se han disparado los precios de la luz, del gas o de las hipotecas. Consumidores y empresarios se ven envueltos en una inmisericorde nube tóxica. Algunos de estos últimos piensan abandonar sus negocios, salvo que sean familiares, a pesar de lo cual tienen que pagar facturas desorbitadas. A muchos ciudadanos, en sus casas, esas facturas se han duplicado. De pagar, por ejemplo 3.000 euros al año -medio millón de las antiguas pesetas- en electricidad en un hogar modesto -tengo conocimiento directo- su compañía le anuncia que tendrá que pagar 6.000 euros. Y así sucesivamente en un montón de hogares alejados del capítulo de 'ricos' en los que incluye el gobierno a los que tienen ingresos de 30.000 o 40.000 euros anuales, aparte de los descuentos originados por un IRPF cada vez más asfixiante para las llamadas clases medias y trabajadoras. Incluso a los pensionistas que como máximo cobran una tercera parte de lo que recibían por su trabajo, hay tentación de hacer discriminaciones. El nefasto Gobierno de Sánchez -basado en propagandas y haciendo cuentas de la lechera que, en todo caso, no se aplicarán hasta el año que viene- ha soslayado que ha elevado la presión fiscal en los hogares seis veces más que en anteriores gobiernos, sin que la población, en general, vea un reparto equitativo. En Francia hay masivas protestas exigiendo subidas de salarios y bajada de precios, aunque ganan más y los precios de frutas, aceites, leche, etc. son inferiores a los de aquí.

Los beatíficos aplaudidores del Gobierno piden a la ciudadanía un consumo responsable. Garzón nos indica lo que debemos o no debemos comer. Y así continuaremos, esperanzados en que la palabra de Sánchez sea creíble alguna vez y no suframos este invierno, además, apagones energéticos.

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