Al ser imputado por utilizar dinero, de la campaña electoral de 2016, para efectuar tres pagos en negro a una actriz porno para ocultar unas relaciones extramatrimoniales, Donald Trump afirmó ante sus seguidores: "El único delito que he cometido ha sido defender a nuestro país de quienes quieren destruirlo". No se refiere a potencias extranjeras o "invasores" de un lejano planeta, no, los que para el expresidente quieren destruir su país son sus compatriotas que no piensan como él. Aquellos que no aceptan, con jueces y las autoridades electorales, que tras su derrota haya un fraude electoral, ciudadanos creen en el Estado de Derecho, en sus instituciones y en su amada democracia.

Cuando Trump afirma: "O ganamos nosotros o ganan ellos y si ganan ellos ya no tendremos país", el escritor colombiano, Juan Gabriel Vasquez, decía en un artículo en El País que: "uno tendría que remitirse a ciertos totalitarismos del siglo pasado para encontrar un discurso montado sobre la idea de que la política es la guerra, el adversario un enemigo a muerte y las elecciones una forma de venganza". Que el hecho de ser llamado a declarar ante el Gran Jurado y tener pendiente otros 34 cargos penales lo convierta en candidato imbatible en las próximas primarias del Partido Republicano, dice mucho del grado de extrema polarización que ha alcanzado aquel país y del grave deterioro de su democracia.

El trumpismo extiende su polen aquí y allá, aunque sólo sea una nueva palabra para definir un viejo fenómeno. Que entre nosotros ya se manifestó cuando investigar a la Banca Catalana de Pujol era atacar a Cataluña, o que perseguir los delitos de los líderes del procés sea ofender a la nación. El victimismo nacionalista es muy rico en ejemplos. Ahora, sin ir más lejos, estar en contra del proyecto de ley del PP y Vox para legalizar los riegos ilegales de Doñana es estar contra Andalucía. Aunque, con tal desatino, sólo se pretenda ocultar el grave error de Moreno Bonilla. No sólo por las consecuencias que su decisión pueda acarrear al ecosistema de Doñana, sino porque su iniciativa a un mes de las municipales sólo puede ser interpretada como electoralista. La poca razón que pudiera tener en sus argumentos se pierde ante la irresponsabilidad de sumarse por un puñado de votos al negacionismo de Vox, desoyendo los informes y recomendaciones de científicos y expertos y enfrentándose a las instituciones medioambientales españolas y europeas.

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