Se ha iniciado la campaña electoral. Me refiero al periodo reglamentario de quince días naturales, ya que llevamos años instalados en un bucle interminable de mítines. Son elecciones autonómicas y municipales, aunque el tono y el contenido de la campaña parezca desmentirlo. Pocos quieren hablar de los problemas de las ciudades y las regiones, el discurso dominante huye de cosas tan concretas para instalarse en irrealidades abstractas. La señora Díaz Ayuso, como encabeza la lista a las elecciones autonómicas en la provincia de Madrid, plantea en su lema de campaña la disyuntiva “O Sánchez o España”, sostiene con su proclama la idea de que el presidente del gobierno no es España, sino su contrario. Como es un lenguaje propio de tiempos más dramáticos, recurriré a Azaña. Señalaba éste, como una de las causas del aciago final de la Segunda República, el excluyente concepto que tenía de la nación y de lo nacional la derecha de su época: “identifican el patriotismo con la observancia de ciertos principios, políticos, religiosos, económicos y quienes lo contradicen, o no lo profesan, no son patriotas, no son españoles. Son la antipatria”. Probablemente sea, el extremado odio que suscita en la derecha, el único rasgo común entre expresidente de la Segunda República y el actual presidente del gobierno.

Volviendo al 28M. Díaz Ayuso pretende por elevación convertir de nuevo a Pedro Sánchez en su adversario autonómico. Convencida de que, subida a la ola del antisanchismo, alcanzará la mayoría absoluta. Evitando hablar de asuntos espinosos, propios de su escala administrativa, convierte la campaña en una sesión de control al presidente Sánchez, desplazando de paso al ausente Feijoó. Cosa que parece premiar su electorado: en 2019, cuando Pedro Sánchez aún presidía un gobierno monocolor en minoría, el PSOE ganó las elecciones autonómicas en Madrid superando en 160.000 votos al PP; en 2021, tras una breve legislatura coaliga con C´s y apoyada en Vox, Díaz Ayuso superó a los socialistas en algo más de un millón de votos. Ahora repite esa fórmula de éxito. Entonces, con su oportunista oposición a las medidas restrictivas por la pandemia, cosechó el entusiasta apoyo de un electorado fascinado con sus proclamas libertarias. Ahora toca seguir alimentando el monstruo del antisanchismo. Mucho me temo, después de tantos años de ejercicio, que la política sólo sea esto.

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