La ciudad y los días
Carlos Colón
Suspiros de Sánchez
Puede verdad ha dado paso a la posverdad; nos hemos ido acogiendo al relato que más nos interesa, desentendiéndonos de los datos o los hechos, ya que estos no comulgan con nuestro credo, es decir, el credo de las emociones o sentimientos, de las ideas sin contrastar, de las intuiciones o de las intenciones que nos transmiten, sin argumentarlas. Los oradores/políticos saben perfectamente que la argumentación ha dado paso a la emoción, los gritos, las descalificaciones o la chabacanería. En esta época se ha esbozado un primer pliego acerca del ideario que uno debe seguir, el relato que debemos adorar. No se nos permite esgrimir alguna diferencia o contraargumentar: ello sería una felonía. Existe un reguero de diatribas, invectivas o sencillos dictámenes de primaria que el adoctrinado acepta sin ningún atisbo de duda, ya que la duda es la antesala de la negación. Se ha fabricado una posverdad que encaje como un guante en nuestro ideario. Se ha de eliminar la parte subjetiva, ya que ha de mantener íntegramente su veracidad, aunque por dentro hiervan las mentiras como en un caldero de agua putrefacta. Hay ciudadanos que comprueban la veracidad de los hechos con imágenes, audios y documentos firmados y revisados por especialistas y siguen afirmando con firmeza todo lo contrario. Negar la verdad con la posverdad panfletariamente o con una serie de demagogas consignas que nos permitan agregarnos a la tribu. El gregarismo es un consolidado aliado de la posverdad. Pertenecer a un grupo que comparta (íntegramente) las mismas ideas, por muy descabelladas que sean, es superior al deseo de conocer la verdad. Buscamos exclusivamente lo que nos da la razón, aunque ello sea deliberadamente manipulado y estemos al corriente, pero se trata de emociones, no de razones. La Ilustración dieciochesca tenía mucho más claro lo que era la verdad y la razón; en cambio, hemos llegado al instante en que los algoritmos del mercado libre de verdades nos dirigen por los derroteros que más nos interesan o conmueven: que cada cual elija su verdad. Existe un opulento surtido de verdades al que nos sumamos con absoluta frivolidad o ligereza. No deseamos conocer los hechos sino la interpretación sesgada de los mismos. Las verdades a medias u omisiones, los bulos no reconocidos, el salirse por la tangente o echar balones fuera, eludir las dimisiones aludiendo a la parte emocional, no responsabilizarse de nada o culpabilizar a los demás, controlar los medios o vetar son las venenosas píldoras de la Posverdad.
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