Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Vox, un estado de ánimo
Cimiento que sustenta la fábrica cristiana de Sevilla desde que en ella fue reinstaurada la cristiandad. Discreta, firme y serena presencia a lo largo de ocho siglos que suscita una igualmente discreta, firme y serena devoción que los inadvertidos que no saben ver lo invisible ni oír el silencio creen decaída o incluso casi extinguida. Única devoción medieval hoy mayoritaria. Superviviente gótica no barrida por el suave viento renacentista y el huracán barroco. Anónima imagen que precede en cuatro siglos a las de mayor devoción de Sevilla, igualándolas calladamente en el corazón de quienes sienten, creen y esperan en sevillano. Obsequio, según la leyenda, de un rey santo a otro, de Luis IX de Francia a su primo Fernando III de Castilla y Aragón. La Virgen de los Reyes.
En el discurso de la Sabiduría de Proverbios 8, donde está escrito “por mí los reyes reinan”, también está escrito lo que dicen sus sabios ojos griegos: “dichosos los que siguen mis caminos, escuchad la instrucción, no rechacéis la sabiduría”; está escrito lo que dice su sonrisa gótica: “quien me encuentra, encuentra la vida y alcanza el favor del Señor”; y está escrito lo que se cumple en las devotas y multitudinarias misas que ante Ella se suceden hoy desde las cinco y media de la mañana: “los que madrugan por mí me encuentran”.
Es la otra Madrugada de Sevilla. En una, la davídica, se nos manifiestan el poder y la gloria desde San Lorenzo y la Resolana para que nuestra vida terrena no sea, como se dice en el cántico de David, una sombra sin esperanza. En la de hoy, la madrugada salomónica, “la sabiduría pregona, la inteligencia levanta su voz”. Y dice desde su trono, con sus ojos griegos, con su sonrisa gótica: “A vosotros os llamo; a los humanos dirijo mi voz. Escuchad, que os hablo sin rodeos, abro mis labios con sinceridad. Yo, la sabiduría, habito con la prudencia y busco la compañía de la reflexión. Odiar el mal es respetar al Señor. Quien me pierde se arruina a sí mismo; los que me odian aman la muerte. Detesto el orgullo y la soberbia, la mala conducta y la boca falsa; poseo el buen consejo y el acierto, mías son la prudencia y el valor. El comienzo de la sabiduría es el temor del Señor, conocer al Santo implica inteligencia”. Y en el trono de sus brazos sonríe el Santo encarnado.
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