La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

¡hacia el próximo ataque de ansiedad!

Se nos van las pascuas en las que se ha consolidado el fenómeno de las pre-uvas, otra idiotez más para el consumo

Se nos van las pascuas sin que hayamos alertado del nuevo término que nos cuela la misma culpable de siempre, que no es otra que la sociedad de consumo. ¿No han oído hablar de la pre-uvas? La previa es todo aquello que sustituye a la víspera, pero dirigido hábilmente por alguien para que gastemos, que es de lo que se trata. Creada la necesidad, se produce el gasto. Si no se adelantan lo suficiente las fiestas con los alumbrados que cualquier año no respetan ni el final del noviembre de los difuntos, los gastos con el Black Friday y, por supuesto, las comilonas, este año hemos visto consolidadas las ceremonias de las pre-uvas. Evidentemente se trata de tomar las uvas antes del 31 de diciembre con aquellos que no se puede compartir la Nochevieja, ya se trate de niños (pre-uvas infantiles) o estudiantes universitarios (pre-uvas en la Plaza Mayor de Salamanca) y otras modalidades. ¿No hay pre-Feria en Sevilla? Pues ya saben que el año que viene pueden organizarse unas pre-uvas, una pre-Nochebuena o unos pre-Reyes con todos sus avíos. ¡No digamos un pre-rosco, pues los venden ya desde mitad de diciembre! Lo de Bérchules de tomar las uvas en verano está pasado de moda. La clave está en adelantarse, en cultivar esa angustia anticipatoria que nos hace llegar saturados a absolutamente todo. Pone uno el Nacimiento el 15 de diciembre y siempre salta el tonto temporal que te dice que vas muy tarde. La sociedad de consumo siempre exige la quinta velocidad, juega con ese deseo del ser humano de estar integrado, de no quedarse aislado. Tener hoy personalidad es más que nunca marcar uno sus propios tiempos. Vamos a salir de las pascuas y ya verán cómo empieza la barrila de la Semana Santa y la Feria cuanto antes, de forma urgente y siempre con el mismo objetivo: generar gasto. De las vísperas gozosas a la angustia anticipatoria. Hemos reventado la serenidad de esos tiempos ordinarios entre fiesta y fiesta, esos días de necesario descanso, como el sorbete que se toma entre plato y plato para no mezclar los sabores y que sean degustados sin confusión. La planificación se ha convertido en un arma de doble filo, el pretexto para hacernos gastar en mayo las vacaciones de agosto, en noviembre las compras de Navidad, en febrero lo destinado a las fiestas de primavera... Habría que exigir pausa, reposo, descanso. Vivimos todo el año en el carrusel de la supuesta previsión para, en realidad, ser víctimas de esa angustia anticipatoria. Y encima hay que denunciar que el término pre-uvas es un absoluto horror. Si le invitan a unas pre-uvas ya sabe lo que tiene responder. Que cada cosa a su tiempo y los nabos... en adviento.

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