
Notas al margen
David Fernández
Volverán las plegarias al dios de la lluvia
Como usted bien sabe, doña Rosita, la sabiduría se encuentra escondida en los clásicos. Tan solo hay que saber leer entre sus líneas para interpretarla en el contexto de los tiempos de verdades líquidas que nos han tocado vivir. Por eso, es desde ese conocimiento desde el que debemos interpretar los dibujos con los que Chipperfield nos ha querido mostrar un edificio que no quería mostrarnos. Recordando las palabras de aquel catedrático de Geometría Descriptiva que sin rubor afirmaba, tras concluir sus explicaciones sobre la técnica del dibujo en perspectiva cónica ?científicamente desarrollada por Brunelleschi en el siglo XV?, que el éxito de una buena cónica radicaba en tener “un buen lápiz blando y cara dura”; y aquellas otras del de Proyectos, que aseveraba desde la solvencia de su obra construida que “cuando la buena arquitectura no aparece, inmediatamente crece la vegetación”. Es desde estas dos verdades universales desde las que se entiende el alcance de la no propuesta de Chipperfield, de la que solo ha dicho que será un prisma rectangular inspirado en el “cielo vaporoso de Málaga”. Que vaya usted a saber en qué consiste en un edificio y no es mucha concreción para un proyecto que en menos de un mes tendrá que estar completamente definido. Superada la regla, el lápiz y la acuarela del siglo XIX por la infografía hiperrealista generada por ordenador, la imagen que se presenta no tiene necesidad de responder a la realidad del edificio que pretende representar, sino a la verdad alternativa que se quiere vender. Lo que viene a ser la extrapolación a la promoción inmobiliaria de la máxima periodística “que la verdad no te estropee un buen titular”. Por eso no entiendo a qué ha venido la performance que nos han brindado los promotores del hotel del puerto, con la necesaria colaboración de los responsables públicos. Porque, si en esta capital de provincias nadie conociera a los clásicos, se podría entender. Pero presentarse así, sin empacho ni rubor, a repetir el truco de un trilero en medio del Parque, no es ya un atentado contra el paisaje de la ciudad, sino una ofensa a la inteligencia de sus habitantes. Salvo que el problema sea, como dice el señor alcalde, que necesitamos una sociedad con mayores estudios y capacidad profesional, en cuyo caso, ese ya no sería el problema del acceso a la vivienda, sino de la pérdida de nuestro patrimonio.
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