Mitologías Ciudadanas

José Fabio Rivas

Una rata recorre el Parlamento

Tras leer la noticia Una rata recorre el Parlamento andaluz, aturdido por los 40ºC que nos ha dejado en Málaga el poniente de los últimos días, no pude evitar la comparación. Y así, febril y atormentada, con la covid que no cesa, ni cesan sus estragos, mi mente se envalentonó -¿o deliró?- y se fue por los cerros de Úbeda -en mi caso, el monte de San Antón, o séase, las Tetas de Málaga-, tras el recuerdo de los primeros renglones del llamado Manifiesto Comunista: "Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternich y Guizot..." Un Manifiesto escrito en 1848 por dos jovenzuelos, Marx y Engels, que fue la base doctrinaria desde la que se quiso acabar con la pobreza atroz, con las injusticias y los desproporcionados privilegios que asolaban la Europa decimonónica. Hay que reconocer que el Manifiesto está muy bien escrito. Su fuerza épica, la apelación vehemente y convincente que hace a los oprimidos…, lo convierte en una pequeña joya de la literatura política. Que el devenir del comunismo que anunciaba constituya una de las páginas más negras de la Historia reciente eso ya es otra cuestión.

Pero, ya digo, estaba yo leyendo la noticia de la rata y se me fue la cabeza al Manifiesto… "Una rata recorre el Parlamento andaluz: la rata del… (¿?). Todas las fuerzas del Parlamento se han unido en santa cruzada para acosar a esa rata: la presidenta del Parlamento, Marta Bosquet, quien, cual Rodrigo de Triana encaramado a lo más alto de la carabela La Pinta, en vez de gritar "tierra a la vista", gritó: "¡aaahhh, una rata!"; Ángela Mulas, de Vox, que emulando a Carl Lewis, el hijo del viento, y olvidando de pronto toda esa valentía que se precisa para salvar a la patria, salió de patas para salvarse a sí misma, alcanzando la puerta del hemiciclo en escasos segundos; Susana Díaz, cuya designación como senadora autonómica (o sea, para darle al botoncito de las votaciones en el Senado) se votaba en aquel instante, y en cuya cara resignada y absorta, como ida… (y es que se iba), no había sitio pá ná, ni siquiera para expresar algo que tuviera que ver con la díscola rata; el presidente Moreno Bonilla, que dicen las malas lenguas que es un flojo, y que como flojo se comportó, mientras la rata era desalojada a patadas del hemiciclo por la misma puerta por la que él acostumbra a entrar y salir; el vicepresidente Marín, que, cual torero acostumbrado a lidiar en esa corrida de trapicheo con los restos de Ciudadanos que ya está llegando a su fin, pateó a la rata hasta ahuyentarla del hemiciclo…". En fin, que fue como si hubiera leído el Manifiesto Ratista; o sea, Comunista, pero sin épica, ni belleza, ni visión política práctica y útil. ¿Y la rata? En este desnortado Manifiesto, ¿a quién representa la rata? -me pregunto-, y mi mente calenturienta me responde: "A ti, ¡tú eres la rata! Tú, y los millones de ciudadanos que están sufriendo los rigores de la pandemia, sobre todo los jóvenes, a los que por privar se les ha privado hasta del futuro". ¿Es esta la rata fantasma que aterra a nuestros parlamentarios? ¡Cómo se ponen las cabezas cuando las recalienta el poniente!

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