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Tras varios años de diáspora en la derecha española, ahora empieza la vuelta al redil. Probablemente la llegada de Feijoo haya devuelto a muchos la confianza por ser una persona con gran experiencia de gobierno y suficiente moderación en sus formas. La radicalidad en la que hemos vivido, y que ha acabado implosionando al propio Gobierno, nos debe dar una idea de que los nacionalismos, las ultraizquierdas y las ultraderechas son siempre un cúmulo de personalismos, tensiones y populismos que difícilmente casan con la tranquilidad que desean los ciudadanos.
Ahora Francia está viviendo lo que España está superando. Para unir las izquierdas, tras sus desastrosos resultados electorales, han optado por radicalizarse. Y mientras las derechas cosechan unos resultados históricos. En el fondo Europa es así, cíclica y cambiante, donde a veces los acuerdos postelectorales forjan alianzas de difícil naturaleza y peor digestión. Pero, a pesar de todo, la democracia continúa y gana adeptos día a día, como bien ha demostrado la invasión rusa de Ucrania, donde cualquier refugiado prefiere huir siempre hacia Europa.
Hoy las sedes de Ciudadanos y Vox son un hervidero de cambios y salidas. Una vez tocado el "sálvese quien pueda" la cantidad de puertas a las que pegar no son muchas. Pero, como dedujo Ruiz de Santayana, quién desconoce la historia está condenado a repetirla. Cuando Manuel Fraga recorrió su propio desierto, integrando a políticos de diferentes ideologías hasta unificar toda la derecha, el camino fue largo pero el resultado fue suficientemente satisfactorio. Ahora vuelve a ocurrir lo mismo y, probablemente, los líderes populistas sean los últimos en enterarse que su barco se ha quedado vacío y que navegan sin rumbo.
Es de esperar que este proceso se viva igualmente en la izquierda. La aventura de la vicepresidenta Yolanda Díaz, creando una nueva corriente entre Podemos y el PSOE, no es más que el preámbulo para construir un puente entre ambos partidos y generar su posterior trasvase. Y no hacen falta muchos Pegasus para leer los signos de los tiempos: si hay políticos que, por tal de seguir apegados al cargo, son capaces de criticar las acciones del propio gobierno al que pertenecen y no dimitir, entonces parasitarán cualquier mínimo rincón de poder que encuentren. De ahí que sean tan fáciles de manejar, aunque éstos estén cada vez más desapegados de la gente.
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