Mitologías Ciudadanas

José Fabio Rivas

La reforma laboral: la película

11 de febrero 2022 - 01:33

Desde que vi a la Villalobos y al Monedero haciendo de payasos en el canal Comedy Central (https://youtu.be/Deuo8TCazng), a veces, cuando veo un debate político o una retrasmisión parlamentaria, se me va el santo al cielo y me imagino que estoy asistiendo a una de esas comedias antiguas que tanto me hacían reír. ¿Se acuerdan, por ejemplo, de El Guateque, la comedia de Blake Edwards, en la que Peter Sellers interpreta a un patoso actor hindú que está rodando una película bélica y que con sus continuas meteduras de pata está a punto de echar a perder el rodaje? Bueno, pues en la tramitación parlamentaria de la Reforma Laboral, debió transmutar mi estado de conciencia, pues a lo que asistí como espectador televisivo, fue a una parodia de El Guateque.

Una Reforma aconsejada por Europa, de la que depende ayudas económicas y subvenciones de los fondos europeos; una Reforma consensuada con los grandes protagonistas: los representantes de la Patronal y los Sindicatos, lo que implica que ese pacto garantice la paz social y los objetivos de crecimiento; una Reforma mínima (Hay quien habla de simple maquillaje de la Reforma laboral del PP. Si la Reforma hubiera sido de calado, tal vez se entendería la oposición del PP), pero que aun así mejora la situación de miles de trabajadores, no solo económicamente, sino sobre todo en su estabilidad laboral. O sea, una Reforma que debería ser apoyada no solo por los partidos de izquierda y los socios del Gobierno, sino también -como ha hecho la patronal- por el PP; es decir, por un partido con visión de Estado que, legítimamente, aspira a gobernar. Pero una derecha situada a la derecha de la patronal y una izquierda que dice que está a la izquierda de los sindicatos deciden votar "no".

Y aquí comienza el espectáculo: Los argumentos eran para desternillarse. ¡Inmejorables los chistes rufianes de Rufían! ¡Y los del PNV, siempre tan comedidos! ¡Y los del PP de Casado!, un señor que, entre desaires de sus amigos -Ayuso, Aznar…-, no es que no apoye al Gobierno, es que ni siquiera apoya la inteligencia práctica de la patronal. En fin, un chiste tras otro. Para qué seguir… Pero la traca final fue la sucesión de gags a la hora de votar: los dos diputados del UPN, con cuya dirección el Gobierno, chanchullando, había pactado el voto afirmativo, se descuelgan votando "no" (¿Se les había aparecido esa noche San Fermín con la cara de García Egea? ¿Ataque repentino de bufona convicción que les llevó a engañar a sus compañeros de partido, al Gobierno, a la prensa, a todos los españoles?, pues -de no ser así- ese cambio de voto debían haberlo defendido en la tribuna de oradores, en el debate que precedió a la votación); el diputado Casero, del PP, con lío judicial a cuestas por un presunto delito de prevaricación, que por una gastroenteritis vota telemáticamente y se equivoca de tecla y vota a favor de la Reforma; y la Reforma que al principio parece que no ha sido aprobada, pero que luego resulta que sí, que la cagada de nuestro Peter Sellers, el diputado Casero, ha salvado la Reforma. En fin: un logrado final para una comedia redonda. El problema es que no se trata de una comedia, sino de un asunto muy serio, y que los españoles estamos ya hartos de tanta comedia y de tantos payasos.

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