Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
Defiende un viejo socialista que la Guardia Civil es una de las cosas que vertebran España. En cualquier rincón de la geografía se reconoce ese uniforme verde que tanto se afana en los pueblos; los agentes conforman grupos de élite en rescate de montaña; gestionan el tráfico cuando todos a la vez nos queremos ir a las playas; cuidan de los romeros en las dos peregrinaciones religiosas más importantes de España, la de la Virgen de la Cabeza de Andújar y la del Rocío, que será el próximo fin de semana; están cuando hay una ruta en bici porque lo organiza una asociación; son el amparo de los mayores frente a los quinquis en las zonas rurales...
Y también tienen una unidad de investigación que actúa como policía judicial y que estos días está en todas las pantallas: la UCO. Su nombre se ha convertido en habitual y ahora todo el mundo los cita como si fuesen de la familia... política. Porque parece que sólo el nombre de esta unidad de investigación levanta las sospechas más perversas: todos son culpables de una campaña de acoso no se sabe muy bien contra quien. Y eso por no hablar de que están “pringados”.
Los agentes que forman parte de esta Unidad Central Operativa son profesionales que utilizan técnicas de investigación; hacen pesquisas, interrogan, van tirando del hilo de las informaciones que les van llegando y las plasman todas en documentos que entregan a quien les ha ordenado investigar: un juez.
Sus informes no son palabra de Dios, son fruto de analizar unos hechos presuntos que después habrá que demostrar con pruebas. Es un método científico de trabajo contrastado con años que los avalan: es muy raro en España el caso de un inocente condenado. ¿Que en todo este proceso hay mucho ruido? Lo hay. ¿Que la pena de telediario es a veces más grave que la que imponen los jueces? Lo es.
Pero, ¿es eso culpa de los agentes de la UCO? No. Evidentemente, no. Los periodistas hacemos nuestro trabajo contando todo lo que llega a nuestras manos con presunción de veracidad. Y los agentes de la UCO hacen el suyo lo mejor que saben y pueden, aunque estén sometidos, como sucede ahora, a una tensión que no deberían soportar. Los guardias no son los enemigos, son los aliados. Los delincuentes; esos sí lo son.
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