Cambio de sentido

La revolución no será televisada

La revolución es una vecina y una médica y una paciencia salvaje y el camión de la basura

No te será posible quedarte en casa, hermano". Así comenzaba (¿recuerdan?) aquella canción setentera de Scott-Heron, un genial himno de las revueltas de la comunidad negra estadounidense. "La revolución no será televisada. / La revolución no será patrocinada por Xerox/ en cuatro partes sin cortes publicitarios". En estos días, en lo que voy viviendo resuena este funk de fondo. Es verdad, y tendrían que avisarlo todas las pantallas cada vez que nos conectáramos: "¡Oh vosotros los que entráis. Abandonad toda esperanza! ¡La revolución tampoco será esta vez televisada!". Lo desconcertante ahora es que se trata de una sublevación inmóvil. Y no hay cosa más complicada de entender en nuestra edad contemporánea, ruidosa, gesticuladora. Creemos que la vida se puede grabar y colgar en internet, estamos ahítos -y no llevamos ni tres días- de ver vídeos con más o menos gracia de gente haciendo cosas en los balcones. Pero la revolución que trae este giro de los acontecimientos no será televisada, ni retransmitida por las redes. Quienes están realmente descolocadísimos son quienes confunden gestas y gestos, acción y reacción. Les sucede especialmente a los espíritus más briosos. No es una guerra, ni hay que salir a la calle, ni liarse a adoquinazo limpio por las calles ni a abrazos en el metro, tampoco salvar ostentosamente a una princesa, ni vale para nada desobedecer, como de nada sirve en sí misma la obediencia. Lo maravilloso de esta revolución es que no tiene nada de espectacular. No es posible que sea televisada, ni retratada en Instagram, ni relatada en la tasca por el más chulo del barrio.

La revolución, ahora, es ocuparse de que la abuela esté mejor que nunca; es no aguantarle ni media al valiente de burladero que se ríe de quien se siente vulnerable; la revolución comparte las tareas. La revolución es una vecina que pregunta por la ventana "¿qué necesitas?", y no mirar todo el tiempo pantallas, y es un mancebo de farmacia, es una médica. Revolucionario es no hacerse trampas al solitario, charlar con los fantasmas, es el camión de la basura, es un poema. Revolucionario es pensar en quien no tiene casa más que en cambiar el sofá. Revolucionario es recordar que quienes trabajamos en el alambre a veces nos quedamos sin alambre pero nunca sin red. Y revolucionario es que aquí "red" no signifique "internet" sino hermandad y solidaridad. La revolución, bróder, es inmóvil y no será televisada.

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