Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

¿De dónde sacan ese odio?

Son la primera generación que en España nace libre y parece que añoran una época en la que se vivía mucho peor

Era imposible ver un Telediario con mi padre. Tan pronto como asomaba un político o asociado, salía por su boca una retahíla de recuerdos a sus antepasados más lejanos que se solapaban con la siguiente información. Aun cuando su cabeza ocultó quién fue, era de lo poco que se le entendía. Algo debía tener en sus genes que le hacía despotricar de cuanto sonara a alguien que detentara el poder, empoderamiento que se dice ahora. Era de una generación distinta a la nuestra, aquella que vivió los desmanes de una posguerra y una Transición a la que hemos tenido que dejar cuatro décadas de margen para darnos cuenta de que las cosas no se hicieron todo lo bien que, a estas alturas y con el tiempo como pedestal, podían haberse hecho.

Lo que me resulta más incomprensible es que haya personas de las que puedo ser su padre, que lo mismo vomitan su bilis sobre un fiscal general que muere de una infección en Argentina, que sobre un torero que se deja su vida en el ruedo o lamentan que una avalancha en la Semana Santa no se lleve por delante a miles de personas y, para que quede constancia, estas dos últimas son dos actividades sobre las que cada vez que puedo manifiesto mi disgusto.

No comprendo cómo la primera generación de España que nació libre, sin ataduras de ninguna clase, lanza esos mensajes sectarios de los que no se salva ninguno, habite donde habite en la política. Echan de menos un régimen al que no le deben nada y del que, por más que se empeñen, no son herederos. ¡Pero es que ni yo lo soy! El primer recuerdo que tengo de Franco es su muerte. Es curiosa la manera que tiene la cabeza (y en la mía hay sitio de sobra) de retener algo y soltarlo a poco que te descuidas. Era mi profesora Mari Cruz, la que desde la ventanilla del autobús escolar, nos hacía gestos con las manos para que volviéramos a casa. Ese es mi franquismo.

De la Transición, recuerdo el miedo, la incertidumbre por casi todo, a un mañana que por mi edad, apenas se limitaba a ver con quién jugaba esa tarde al fútbol o a las chapas. Me parto cada vez que personas de mi generación hablan de la lucha en las calles o de la petición de democracia, ¡yo no me acuerdo de una leche de lo que hacía! ¡No tenía años para eso y ellos tampoco! Por eso me repatea esa pretendida nostalgia hacia una época de la que no saben nada, que lo único que demuestra es que son tan idiotas que no entienden que ahora viven mejor, mucho mejor.

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