Reflejos de Málaga
Jorge López Martínez
¡Que viene el ‘loVox’!
Hay una parte de la población que piensa u opina de forma visceral, sin argumentar, sin deducir, ni aducir. Utilizan a los personajes públicos como muñecos de vudú donde descargan sus emociones, frustraciones o desengaños varios. Jorge Javier, Ayuso, Almodóvar, Pedro Sánchez, Feijoó, la Pantoja, Javier Bardem o Nacho Cano, da igual; cada uno recibe dardos envenenados de según qué bando o partido. Existe a continuación un revuelo de insultos y descalificaciones si uno apoya o es admirador de este o aquella. No puedo concebir que haya gente que guarde en su interior tanto asco/odio hacia determinados personajes públicos o políticos. Algunos vomitan bocanadas de lava ardiente. No sé si con ello se sentirán mejor anímicamente.
Antaño y hoy en día, muchos futboleros se dedican a acribillar al árbitro o a un determinado jugador, la mayoría de las veces son insultos racistas u homófobos. En todos los casos se trata de descargar las frustraciones para regresar a casa con el deber cumplido. A menudo, tal descarga conlleva una suerte de relajación que permite que tus más allegados no paguen sus miserias contigo. El saco de boxeo funciona de esta guisa.
Existe una peculiar manera de frustrarse, y al mismo tiempo natural, cuando uno no cumple sus deseos o no sacia sus expectativas. Políticamente, cuando no te llega el sueldo a fin de mes, buscas un cabeza de turco y descargas tu adrenalina. He visto cómo trabajadores de la construcción atacaban indistintamente a Abascal o a Iglesias. Mi estupefacción nunca duerme. He sido testigo de cómo hay hombres que, al no saciar sus apetitos sexuales, se vuelven más irascibles, bordes o desconsiderados. Algunos, al no encontrar su ansiada pareja, mutan en seres extraños o deformes, por lo que ello engorda el problema.
La especie humana funciona así. Si somos congruentes, nuestro problema no se va a solucionar si vamos pateando a todo aquel que se cruce en nuestro camino o nos canta las cuarenta. Es precisamente la inmadurez lo que conlleva una actuación desmedida o desproporcionada. Nuestro objetivo real sigue indemne, en tanto hay otro que, sencillamente pasaba por allí, en el que se descargan todas nuestras frustraciones. Urge saco de boxeo intemporal, inanimado y saciante donde podamos golpear hasta quedar exhaustos y así liberar tanto dolor, humillaciones o sinsabores. Cuidado con golpear al menos indicado porque uno puede encontrarse con la horma de su zapato.
También te puede interesar