Salvad al soldado Juanma

18 de octubre 2025 - 03:07

Veinte días después del estallido del escándalo de las mamografías, Andalucía sigue sin saber cuántas mujeres han sido afectadas, cuál ha sido el origen del fallo, ni si el desastre alcanza también a otros programas de detección precoz del cáncer como el de colon o el de cérvix. Veinte días de silencio, confusión, propaganda y miedo, mucho miedo. Pero, sobre todo, veinte días en los que el Gobierno de Moreno Bonilla ha hecho lo que mejor sabe hacer: intentar tapar con marketing político el fracaso estructural de su gestión sanitaria. Porque esta crisis no es un accidente. Es la consecuencia directa de ocho años de un proyecto que ha desmantelado la sanidad pública andaluza mientras la envolvía en celofán propagandístico. Cuando el propio presidente admite que “no hemos sido capaces de reconstruir la sanidad tal y como queríamos hacerlo”, lo que realmente está confesando es que la ha demolido. La herida no es coyuntural: es el resultado de una política planificada que ha drenado recursos, expulsado profesionales y degradado los servicios públicos en beneficio de la red privada. Los 600 profesionales que ahora prometen contratar para maquillar el desastre no están en Andalucía porque la Junta los echó. Los contratos precarios, los salarios indignos y el desprecio institucional han hecho que miles de médicos y enfermeras busquen en otras comunidades o países lo que aquí se les niega: estabilidad, respeto y medios para ejercer su vocación. Y mientras tanto, se multiplican los conciertos con clínicas privadas, las derivaciones y las externalizaciones que engordan las cuentas de unos pocos a costa del deterioro de lo común. El caso de las mamografías no es una anécdota técnica: es la prueba más visible de un sistema que se cae a pedazos por dentro. Cuando la sanidad se gestiona como un negocio, el control se relaja, la transparencia desaparece y la salud deja de ser un derecho para convertirse en un servicio con factura. Moreno Bonilla intenta ahora salvar su imagen, blindándose con un consejero que de sanidad no tiene ni idea, pero que es un auténtico animal político y rodeándose de un ejército de voceros mediáticos que repiten consignas vacías. Pero ya no se trata de salvar al soldado Bonilla, sino de rescatar la sanidad andaluza del naufragio al que la ha conducido su propio gobierno. Mentir no es delito, como dice el PP. Pero para quienes se declaran tan creyentes como dicen ser Juanma y su Gobierno, sí que es un pecado. Y, además, uno muy gordo.

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