Una semana

Nos han dormido con todos los cuentos y nos sabemos ya todos los cuentos, como dijo el poeta

Siete días es el tiempo exacto en el que la ministra Batet ha tardado en asomar la patita por debajo de la puerta. Esta señora es ministra de Política Territorial, es catalana y es en todo igual a sus paisanos independentistas, menos en que no es exactamente independentista. Es la cuadratura del círculo con dos pies. Coincide en todo con la patulea secesionista, supremacista y cutre que asuela Cataluña con cuatro mil empresas huidas ya en su haber. Pero no es independentista del todo. El suyo es un separatismo ligero, corto de café y largo de leche. O sea, separatismo. Pero lo tiene que disimular porque eso de estar en un gobierno que se llama de España y pretender la desaparición de España suena un poco extraño. Así pues, toca fingir. Pero ya asomó. Al cumplirse una semana de estrenar el cargo se ha descolgado con aquella viejísima canción de la reforma constitucional. El problema para ella es que esa canción ya la hemos escuchado más que la del carro del gran Manolo Escobar. Es una película que ya hemos visto, en color, en blanco y negro, en cine y en televisión; por activa y por pasiva, por derecho y del revés. La temporada en la que la exhibieron cosechó un tremendo fracaso de crítica y público. Así pues, a otros con esos cuentos, señora Batet. Nos han dormido con todos los cuentos y nos sabemos ya todos los cuentos, como dijo el poeta. Lo tiene francamente difícil, imposible diría yo.

El cuento consiste en repetir un millón de veces, o dos, las palabras reforma y Constitución para ver si consiguen horadar el cerebro de todos los españoles. Lo que no dicen es exactamente de qué va esa reforma, ni dicen que pretenden hacerla de espaldas al pueblo español, es decir: sin referéndum. También ocultan arteramente que el punto de mira está dirigido al establecimiento de una república federal con derecho de autodeterminación, incluido en el menú, para todo el que lo pida, aunque sean dos barrios de una ciudad. El fin de fiesta sería mandar la Monarquía Parlamentaria a freír espárragos. Ni que decir tiene que en esa república estarían fuera de la cancha todos los que no piensan como la señora Batet y compañeros de parranda. Este capítulo, de la muy conocida serie, es especialmente uno de los más vistos y repetidos. Nos lo sabemos de memoria, de memoria histórica. Vamos a intentar, pues, señora ministra, aguarle la fiesta a usted y a todos los que traten de vendernos la burra ciega del desmembramiento de la nación española. Tres mil años nos contemplan. Todo un muro en el que muchos ya se rompieron la crisma. Usted verá.

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