Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Aquel sindicalismo

Unas relaciones laborales sanas exigen un sindicalismo vivo, no el que se desliza por la moqueta de los ministerios

La muerte de Nicolás Redondo nos trae el recuerdo de los combativos sindicatos de la Transición. Unos, como la UGT y la CNT, renacidos de sus cenizas tras la uerra civil y la posterior represión y otros, tanto CCOO como USO -proveniente de las Hermandades Obreras de Acción Católica- surgidos en la clandestinidad, mientras el gobierno franquista decía representar a los trabajadores a través de los oficialistas sindicatos verticales. Figuras como las de Nicolás Redondo, Marcelino Camacho o Manuel Zaguirre son fundamentales para entender que la Transición fue obra de todo un país que quiso abrazar la democracia tras cuarenta años de dictadura. Más aún, las de Redondo y Camacho que hubieron de sentarse a la mesa en no pocas ocasiones con antiguos miembros del mismo régimen dictatorial que los había encarcelado por defender su visión de las relaciones laborales.

Comparar aquellos sindicatos con las adocenadas, burocráticas y funcionariales estructuras sindicales actuales resulta desolador. Si quienes dicen defender a los trabajadores están cómodamente instalados junto a las organizaciones empresariales y como parte del mismo establishment al que aparentemente dicen oponerse, las posibilidades de generar un mercado laboral ágil, moderno y beneficioso para todos se reduce a la nada. Unas relaciones laborales sanas exigen un sindicalismo vivo, atornillado al suelo del campo, la fábrica, el taller o la oficina y no el que se desliza por la moqueta de los ministerios. Es razonable y justo que los trabajadores, al igual que los empresarios, se unan libremente para defender sus derechos y consigan, unos y otros, las mejores condiciones posibles. Ese punto de equilibrio en el que capital humano y financiero se sientan razonablemente cómodos, porque ninguno ganará todo lo que aspira, pero tampoco sentirá que pierde demasiado. Y ambos, obtendrán rentabilidades crecientes.

¿Alguien cree que ahora mismo, los sindicatos de hoy serían capaces de plantear una huelga general como aquella de 1988? Me temo que no. Pero todos sabemos que lo harán si cambia el gobierno. Porque su planteamiento es político y no sindical. Pretenden mantener privilegios más que defender a los trabajadores. Sin embargo, aquel lejano 14 de diciembre, todos los españoles supimos que los sindicatos le habían ganado el pulso a Felipe González cuando a las cero horas, la emisión de Televisión Española se fue a negro.

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