Enrique Gª-Máiquez

El tercer tiempo

Su propio afán

Del carro de la política tiran particulares con el corazón por delante y sin ambiciones por detrás

24 de mayo 2022 - 01:35

No presumiré de conocer a militantes de base en todos los partidos, porque no es verdad, pero conozco bien a varios de tres partidos, y -aunque ellos ni se lo imaginen- tienen muchas cosas en común, y las más admirables, además. Todavía no ha terminado de empezar la precampaña y ya están trabajando a piñón con una entrega encomiable y sin ningún pago ni ambición personal. Tienen ideales distintos, pero idéntica disposición a dejarse altruísticamente la piel.

La costumbre es hablar muy mal de la política, pero quizá se nos olvidan dos matices. Primero, que la política (y más en una democracia) es irremediable y que, si no la haces, te la hacen. En segundo lugar, que políticos profesionales hay muy pocos, mientras que del carro de la política tiran particulares con las mejores intenciones, con el corazón por delante y sin intereses por detrás

Es una pena que en España no se juegue más al rugby, porque la lección del tercer tiempo nos hace muchísima falta. Después de los partidos, que suelen ser broncos, como corresponde, los jugadores, que han aceptado sin chistar todas las decisiones del árbitro, celebran un encuentro de confraternización entre ambos equipos.

Viendo el previo fervor de los militantes en los vestuarios, auguro placajes y carreras por la banda. Si no tuviesen fervor, no aguantarían las largas jornadas que se avecinan. Hasta ahí, muy bien. Pero sería bonito que no se criara mala sangre. Que unos reconocieran en otros idéntico interés por el bien común, aunque, desde luego, no tengan más que eso en común, y lo entiendan unos de un modo, y otros del contrario.

Cuando la política, en vez de ceñirse a cuestiones de ordinaria administración, se plantea asuntos de vida y muerte, como el aborto y la eutanasia, o la existencia de España, los ánimos se caldean. Es otra razón para ir reestableciendo una política aplicada, donde los grandes acuerdos morales y constitucionales queden fuera del campo de discusión, para centrarse en facilitar la vida a los ciudadanos.

Paradójicamente, los militantes de base, mucho más comprometidos que la media, pueden prestar el servicio de la posterior confraternización mejor que nadie. Comparten con sus rivales políticos muy parecidos desvelos, ilusiones, esfuerzos, desazones y sacrificios. Es una base común para un entendimiento a pesar de las confrontaciones, sin negarlas. También en esto ellos pueden ser los que tiren del carro.

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