La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El tiempo detenido en su mejor versión

Ninguna jornada como la de hoy ha mostrado la capacidad de salvaguardar un concepto tan hermoso de la Semana Santa

El día de los cuerpos ahormados y las corbatas negras. Ha llegado el Viernes Santo de estética romántica. Es una jornada elegante y sobria, hermosa en un contexto del luto. También de contrastes, pues la vida cotidiana no se caracteriza precisamente por un concepto de belleza, sino por el imperio del confort en el vestir y en los usos sociales. Las cofradías salvaguardan muchas cosas buenas que han sido arrolladas en otros órdenes de la vida. Son depositarias de estilos y hábitos dignos de ser conservados. El día de hoy es un buen ejemplo, pues no se puede decir lo mismo de otros de la propia Semana Santa. En Sevilla se nos han colado demasiadas cosas bastante discutibles, aunque esta afirmación no sea políticamente correcta. Los controles de calidad no han funcionado en determinadas ocasiones. Pero el blindaje del Viernes Santo es digno de ser admirado desde distintos puntos de vista, incluido el musical, pues las cofradías de hoy cuidan especialmente los repertorios. Hace años que el Viernes Santo se ha convertido en una suerte de jornada gourmet, por decirlo en un término de uso frecuente en estos tiempos. Un día exquisito, delicado y para paladares finos tras la enorme fuerza de la Madrugada, tantas veces arrolladora y con el poder de eclipsarlo todo por ser esa "culminación y síntesis" de toda la Semana Santa. El público del Viernes Santo sabe a lo que va y entiende que la de hoy es otra Semana Santa. En tiempos se recordaba que se podía lucir la mantilla para las oficios, pero con estilo especialmente austero, pues el Jueves Santo está bien visto el uso de ciertas joyas (los corales preferentemente) aunque todo de forma medida al ser un traje de luto y gala. En la actualidad la mantilla se deja exclusivamente para el Jueves. Las marchas musicales de hoy son preferentemente fúnebres, aunque alguna cofradía se permita alguna licencia para su paso de palio. El encanto del Viernes Santo es su capacidad para haber detenido el tiempo en el mejor momento, ofrecernos una Semana Santa única y hacernos vivir una jornada más singular que nunca, pues lo de hoy no se parece a lo de ayer, ni mucho menos a un Sábado Santo tan especial como el que viviremos mañana. Se decía antaño que el Viernes era el día menos conocido y más tranquilo. Eso era así, pero hoy ya hay público para todo en una ciudad que se llena de turistas hasta en agosto. Mucha gente se ha reencontrado con la mejor Semana Santa gracias a días como hoy, un cofre de alta calidad perdido en un mar donde no toda la pesca es buena.

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