Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Cuentan que el Conde Romanones, al presentarse a académico de la Real Academia de la Lengua Española, hizo campaña y todos le confirmaron su voto. Al terminar el recuento, le preguntó a su secretario por el resultado, y éste le indicó que no había obtenido voto alguno. De ahí la expresión:” Vaya tropa, joder que tropa”. Hoy la política española vive un proceso similar, donde todo apoyo tiene un precio imposible y el desconcierto reina antes de cualquier votación. Este sinvivir del gobierno y sus aliados genera una agonía permanente, pero ¿serán capaces de aguantar el poder a cualquier precio?
Las declaraciones de Aldama han supuesto un aldabonazo a la serenidad del gobierno. Ya no basta, evidentemente, con decir que todo es mentira y que las declaraciones de este personaje son una “inventada”. Porque la gravedad de sus acusaciones requiere de una denuncia firme ante la justicia o de la convocatoria de nuevas elecciones. Se acabaron las medias tintas. Enumerar a cada uno de los que se han llevado la mordida y la cantidad suministrada es, simplemente, una acusación tan grave que exige una respuesta al mismo nivel. El problema es que se trata de un individuo que tiene relaciones directas con muchos de los altos cargos del partido socialista, y que su relato es demasiado coincidente con los hechos acaecidos.
Porque el problema de fondo ya no es el nivel de corrupción que se pueda demostrar. Es la sensación de que las máximas autoridades del gobierno pudieran estar sometidos a un chantaje que modificara sus más profundas convicciones. Imponer un cordón sanitario a la supuesta ultraderecha de Orbán y Meloni y, por tal de mantener una plaza del comisariado europeo, hacer volar por los aires tan firmes principios, es simplemente patético. En Europa este tipo de vaivenes tiene muy mala prensa y expresan una enorme desconfianza en los gobernantes y, por ende, en los países a los que representan.
Pero el paso firme e implacable de la justicia ha comenzado su camino. La falta de argumentos frente a los supuestos bulos, y el nivel económico de las mordidas que empiezan a manifestarse, dejan entrever un futuro político tremendamente incierto. Porque sostener una mentira es muy complicado y, cuando ésta depende de tantos frentes, siempre hay un punto débil que se derrumba. Ya decía el viejo proverbio judío: “Con una mentira suele irse muy lejos, pero sin esperanzas de volver”.
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