Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Regreso a la columna de azotes con dolor. Vacaciones calcinadas. Mañana se celebra el día de la Victoria. Imagino que el triunfo de la vuelta al cole y la pertinaz rutina. El verano se extingue más acalorado de lo normal. No por el cambio climático sino por el mosqueo generalizado. Polarización ideológica. Enrarecimiento irrespirable de la atmósfera social. En vez del jijiji jajaja de los culebrones estivales y sus asuntos del cuore salpimentados con ensaladas de cuernos, fiestuquis brilli brilli y estelas marítimas de papel couché, nos hemos jamado un montón de infortunios.
Agostados por las malas noticias. La España vaciada y carbonizada. Todos contra el fuego y en gobernanza pirómanos a discreción. El desastre ahumado se ha olfateado a kilómetros de distancia. Mucha pornomiseria abierta en canal de televisión. Maldito entretenimiento. Centenares de paisajes quemados y casas de pueblo cuya reconstrucción se antoja inviable. Tras hablar con paisanos que controlan esos asuntos, en los paraísos deshabitados de Extremadura, Castilla y León, y que sumen a Galicia al lote, me dicen que pintan bastos. Son personas prácticas que no se miran al ombligo. No tienen tiempo para entelequias urbanitas. Están a lo que están: jornadas interminables en las que cuidan de la familia, del ganado, las tierras… cosechan y, por si fuera poco, de rebote les toca atravesar un rubicón burocrático hasta para legalizar una docena de gallinas.
Mientras, en Cenacheriland andamos con el mosquito y la fiebre del Nilo detrás de la oreja, también la gripe aviar que nos va a tocar el precio de los huevos. Un asunto turbio. Como la suciedad. Salvo el escaparate del cogollo histórico, la ciudad está puerca. Lo diga la oposición o su mamporrera. Las suelas de las chanclas se te pegan en la acera. El asfalto de la mayoría de las calles parece barnizado con grasa de caballo. Cosas de la limpieza en seco.
A todo se acostumbra uno. Al eau de contenedor tukturístico. En lo de la porquería hay mucho irresponsable: no es más limpio el que más limpia, sino el que menos ensucia. Este concepto también se puede aplicar a la política.
Vaya estación y ración de españolitos cabreados nos han servido. Ni las ferias han relajado el ambiente. Y eso que algunos afortunados nos hemos quitado de enmedio, pero ni así. La nueva tendencia es de tierra quemada y el que venga detrás que aguante el velatorio.
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