Albert Rivera juega duro. Todavía en la bancada de un destino incierto, todavía en el aprendizaje de las primeras reglas de buen gobierno en Andalucía, todavía ávidos de sopesar quienes como un servidor, queremos saber si lo que se promete en mítinesfinalmente se realiza cuando -decíamos ayer-, se toca pelo, Albert ha disparado en recientes declaraciones justo a la escuadra del gobierno socialista: "No voy a decirlo más claro, tenemos que echar a Sánchez".

Propone un nuevo fuego de artificio, una finta política más, un nuevo movimiento que le desencasille de cualquier alineación en posición ideológica alguna. Cuatro años apoyando a un Gobierno socialista casi lo consiguen. Pero más peligroso su último movimiento en Andalucía asumiendo la mitad de un gobierno con el apoyo de Vox. Conclusión, estrategia: nueva alineación. ¿Pactos con el PSOE? Sin problema. Pero una línea roja: Sánchez. "Sánchez es el apellido, el responsable en primera persona de lo que ha pasado, quien ha llevado a España a un bloqueo sin precedentes".

Hasta qué punto este pisotón al acelerador de la descalificación responde a unaestrategia, o por el contrario, propicia una salida al manifiesto descontento de gran parte de las filas socialistas, lo veremos. Seguro. Posición cómoda y hasta holgada de Ciudadanos en las próximas elecciones: su mano tendida pero envenenada le otorgará réditos electorales que sin duda deben provenir del interior socialista. Es evidente que la lucha fratricida que tendrá lugar en aquel partido (o lo que va quedando de él, quién le ha visto y quién le ve…), solo verá su solución definitiva cuando queden dentro sólo los triunfadores. No cabe la convivencia, y ahí está Ciudadanos. Y ahí está Podemos. Esperando el desembarco.

Por eso me pregunto hasta qué punto este ofrecimiento de unión, con socialismo sí, pero con Sánchez no, tiene por objeto desempolvarse de aquellos lodos en los que pudo quedar su imagen de partido de centro, sin duda distorsionada por una alianza con Vox en Andalucía. La trataron de negar. Como Judas. Pero sienten, hacen bien, que no lo lograron. De ahí este nuevo discurso. Puede ser. Seguramente.

En cualquier caso, Albert sabe que llega el tiempo en que no podrá esconder más su sitio, su bancada, y que su respuesta deberá ser nítida, suficiente para el elector. Y que no es basta con el discurso nacionalista. Que hay que gestionar, y que hay sólotenemos retazos. De lo que piensan. Pero no de lo que ejecutan. Y cuarenta años de democracia sin duda han servido para que los españoles sepamos que una cosa es pensar, decir, proponer, y otra distinta, muy distinta, ejecutar. Ahí sabremos el espacio que se otorgan, dónde están. De todas formas, ya viene el tiempo de saber quiénes son, para que han venido y qué espacio pretenden ocupar. Y eso sólo lo sabremos cuando gobiernen.

La partida está en sus manos. Sin Sánchez, por supuesto.

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