Los senadores y congresistas norteamericanos venden banderas de Estados Unidos a través de sus páginas webs. Todos, desde los más progresistas a los más conservadores, la misma bandera, a los mismos precios. Esto puede chocar en esta España política que está en llamas, en la que cada cual enarbola una enseña contra sus competidores. Aquí todo es motivo de bronca y acusación de golpe de estado. Buceando en la web de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, se tropieza con esta curiosa historia.

En Andalucía, ya saben que el asunto divide, aunque la bandera sea la misma verde y blanca. Los recién llegados, para construir nuevos mitos se ven en la obligación de negar el pan y la sal a los anteriores inquilinos de San Telmo. En España siguen vigentes de cotidiano la bandera constitucional y la tricolor republicana enarbolada por izquierda y extrema izquierda, soslayando la decisión del PCE de Carrillo de aceptar la roja y guarda en abril de 1977.

Hay más. Los independentistas catalanes, como buenos españoles, tampoco tienen una sola bandera cuatribarrada con el triángulo inspirado en las de Cuba y Puerto Rico. En 1918 la estelada catalana era con un triángulo azul y una estrella blanca de cinco puntas, y tenía ambición de incluir a Baleares y Valencia. Ahora se porta con triángulos de casi todos los colores: amarillo los más izquierdistas, verde los ecologistas, negro los anarquistas, y así. Por el contrario, los cubanos que inspiraron tanta creatividad sólo tienen una. Los anticastristas de Miami veneran la misma que los fanáticos de Fidel que queden en Cuba. Se llevarán fatal, pero sienten la misma bandera. No parecen hijos de esta España nuestra.

Pero para veneración, la de los norteamericanos con su bandera, que data de 1777 y ha tenido casi treinta versiones en sus 245 años de existencia. Sus trece franjas rojas y blancas representan a las trece colonias originales que se independizaron de Inglaterra. Y las 50 estrellas son los estados actuales de la unión. Desde 1898 se le empezó a hacer un juramento civil: "Juro lealtad a mi bandera y la república que representa, una nación indivisible, con libertad y justicia para todos". Luego se fue tuteando la frase; se introdujo a los Estados Unidos de América y a Dios. Y más tarde se decidió que los niños hicieran el juramento a diario en las escuelas. Hubo una reclamación de anticonstitucionalidad por mezclar a Dios con asuntos civiles, pero fue rechazada por el Tribunal Supremo.

Y resulta que los congresistas ¡la venden! en sus webs. En tres tamaños, de nylon o algodón. Todos los pedidos incluyen una dedicatoria para el destinatario, que puede personalizarse para eventos u organizaciones. Y con un suplemento se puede pedir que ondee en el Capitolio, en cuyo caso se emite un certificado. Mientras que aquí las banderas son objeto de litigio, en EE UU, además de una devoción, son un negocio. Listos.

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