La tribuna

Luis Gómez Jacinto

La ventaja de jugar en La Rosaleda

DECÍA Jorge Valdano que la afición es un monstruo de mil cabezas, unas más monstruosas que otras. El Málaga se juega el ascenso a Primera División frente al Tenerife ante un monstruo de más de veinticinco mil cabezas. Cabe esperar que sean cabezas con caras familiares, nada monstruosas a los ojos de nuestros jugadores. Jugar el partido decisivo de la liga en casa debería suponer una ventaja. En la mayoría de los deportes la ventaja del campo propio es algo contrastado; en el caso de los equipos deportivos esta ventaja se concreta en ganar más de la mitad de los partidos. Las estadísticas realizadas en diversas ligas profesionales de fútbol indican que la ventaja de jugar en casa suele estar en torno al 65% de los partidos.

Los investigadores deportivos señalan varios factores responsables de esta ventaja: una masa de aficionados, casi siempre ruidosos, dispuestos a apoyar al equipo; no sufrir los inconvenientes de un viaje; la familiaridad con las dimensiones del campo, con las condiciones del césped, etc.; la territorialidad, que implica la defensa real o simbólica del propio espacio; la tendencia casera del árbitro, especialmente sensible a la atmósfera opresiva que genera la hinchada local; la predisposición a la táctica defensiva de los equipos visitantes. Probablemente ninguno de estos factores sea, por separado, responsable de la ventaja de los equipos locales, pero una adecuada conjunción de varios o de todos los elementos puede dar al traste con las aspiraciones del equipo visitante, el Tenerife, por ejemplo.

Esta es la teoría, pero veamos la realidad de nuestro Málaga. Si abrimos la web malaguista y leemos los resultados de los partidos disputados esta temporada, hay algunos números inquietantes. El Málaga ha ganado 12 partidos en La Rosaleda y 11 fuera de casa. Ha empatado 7 encuentros dentro y 8 fuera. Perdió en 6 ocasiones jugando en Martiricos y 7 como visitante. Nuestros jugadores han metido 39 goles como locales y 29 como visitantes; nuestra portería recibió 25 goles en Málaga y 29 fuera de ella. Demasiada igualdad entre los partidos jugados en La Rosaleda y los jugados fuera de ella. Si la ventaja de jugar en casa hubiera funcionado medianamente bien a lo largo de la temporada no nos tocaría sufrir este domingo. Desde luego, si nos fijamos en los últimos partidos jugados en casa, se tiran por tierra todas las teorías al respecto. ¿O no?

He mencionado antes que uno de los factores desencadenantes de la ventaja del equipo local es el apoyo de la afición. Los socios y aficionados son un colectivo que desea el triunfo de los jugadores del equipo. Éstos y aquéllos convergen en única motivación: ganar, y subir a Primera División en el caso del Málaga. Los seguidores de un equipo de fútbol le expresan su apoyo o falta del mismo a través de aplausos, cánticos, silbidos, prendas y adornos, banderas, etc. Lo habitual es recibir el apoyo de los seguidores propios y la hostilidad de los contrarios, pero, a veces, el público de casa se vuelve en contra, aumentando la presión sobre el rendimiento de los jugadores.

Es conocida por todos la influencia que los demás tienen sobre nuestro comportamiento. La mera presencia de otras personas altera nuestra manera de sentir, de pensar o de actuar. Todos sabemos que hay cosas que hacemos mejor cuando hay otras personas y cosas que no queremos realizar en presencia de los demás. Ser observados genera en nosotros un estado de ansiedad. Un cierto nivel de ansiedad favorece la realización de tareas sencillas o en las que somos muy competentes. Pero ese mismo estado de ansiedad puede hacer que seamos terriblemente torpes, si la tarea a realizar es compleja para nosotros. Incluso para delanteros depredadores y porteros impasibles, una tanda de penaltis en una final se convierte en una tarea compleja. Una audiencia física vociferante y una audiencia virtual de millones de personas incrementan la ansiedad y hacen que el delantero mande el balón a las gradas o se cuele entre las piernas del ansioso portero. Los seres humanos sentimos ansiedad en presencia de otros porque sentimos que estamos siendo evaluados, juzgados. Y pocas audiencias son tan observadoras, evaluadoras y juzgadoras como los hinchas de un equipo de fútbol. Si éstos son 25.000 las cosas se complican.

El éxito tiene una gran recompensa y el fracaso tiene muchos costes para los jugadores; así que la responsabilidad social potencia el impacto de un público tan numeroso, que apoya ruidosamente, que se emociona con cada ataque de su delantera y que se le congela la sonrisa cuando los rivales pisan el área propia. Es un público escrutador de cada una de las acciones de los propios futbolistas. Tanto apoyo podría volverse en contra. Muchas de las acciones futbolísticas implican una gran destreza y es difícil que estén completamente automatizadas; así que pueden verse afectadas por la ansiedad. Y la ansiedad es la principal respuesta de los seres humanos, también de los futbolistas, ante la exposición a una audiencia tan masiva como la que se espera en La Rosaleda.

Será bueno que el público malagueño tenga miles de cabezas el domingo, pero que cuando nuestros jugadores levanten las suyas hacia las gradas no vean las caras monstruosas de la evaluación, la crítica, el juicio y el castigo. También esos factores jugarán sobre el terreno de juego. Mejor que sean las cabezas y las caras sonrientes de los malaguistas que aman el fútbol.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios