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La escalada de tensión con Argentina es un disparate visto tanto desde Madrid como desde Buenos Aires. No hay que ser un lince de la política exterior para darse cuenta de que se ponen en peligro intereses económicos muy importantes, además de unos lazos sociales y culturales sólidos. Los perjuicios son evidentes. Las ventajas, ninguna. ¿Se puede decir lo mismo de Javier Milei y de Pedro Sánchez? Tampoco hay que ser un fino observador para darse cuenta de que la crisis diplomática está alimentada por los dos mandatarios que parecen sentirse a gusto con esta situación, cada uno por motivos bien diferentes. Vaya por delante que Milei y Sánchez no se parecen en nada. El argentino es un extremista provocador y pendenciero que disfruta de lo lindo en el papel que se ha atribuido de dirigente mundial del populismo ultra. El español es una máquina de hacer política, dispuesto a absorber todo lo que se le ponga por delante si puede llevar el agua a su molino y a jugar a la confusión entre lo institucional y lo personal si le encuentra rendimiento electoral, como parece ser el caso. Pero puestos a elegir, el arriba firmante tiene que expresar su satisfacción, a pesar de los pesares, no por no estar gobernado por el inquietante personaje que es el actual inquilino de la Casa Rosada.
Milei utiliza la crisis con España para tapar el desastre de su primer semestre en la Presidencia, con la inflación disparada hasta extremos que parece imposible soportar, las calles incendiadas por las protestas y el caos instalado en la administración. Tan bien le vienen al extremista argentino para ese fin los insultos a Sánchez y a su mujer como las declaraciones provocadoras sobre las políticas sociales. Cuanta más leña tenga mejor y desde las Moncloa parecen dispuestos a seguir proporcionándola.
La decisión del Gobierno de retirar de forma permanente a su embajadora en Buenos Aires representa un error, incomprensible desde el punto de vista de la diplomacia. Los hechos que lo ha provocado, con ser graves, no tienen entidad suficiente para colocar la situación al borde de la ruptura de relaciones. Si Sánchez ha optado por esta acción es porque cree que le va a beneficiar en las elecciones europeas. Una derrota clara en esos comicios le complicaría una legislatura en la que no lo tiene fácil.
Pero es mucho lo que pone en peligro. Compromete los intereses de muchas empresas españolas que tienen en Argentina una parte importante de su negocio. España tiene muchas papeletas para salir perdiendo en un pulso que ha iniciado sin saber a dónde la lleva.
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