
El balcón
Ignacio Martínez
Tres Hiroshimas sobre Gaza
No sé qué se puede esperar de una sociedad adicta a la imagen: series, películas, vídeojuegos, reels, Tiktoks y una gran porción de variables derivadas de todo lo que sea ver para no pensar, ya que leer requiere un cierto esfuerzo intelectual. Sentarse en casa y ver. ¿Qué serie estás viendo? Casi nunca escucho ya: “¿Qué libro estás leyendo?”. “Ver” siempre ha sido la actividad más fácil para los ignorantes, vagos y maleantes. ¡Vamos a ver!, que estoy tirando de ironía, que es un recurso literario, por cierto. En el transporte público, las cabezas agachadas como autómatas y las cervicales dobladas como alcayatas, observando los vídeos chorras donde se escuchan las mismas vomitivas risas y ese no-no de fondo que preludia la carcajada más desagradable del cosmos, mientras se lo muestras a tu acompañante para que se parta igualmente de risa. Y todos alabando la pollada más estruendosa del celular. Me sigo preguntando dónde se ha quedado la lectura. Antaño se apreciaban a unos cuantos que portaban una novela que leían con ensimismamiento. Más adelante, asomaron la cabecita los libros digitales o electrónicos; no importa demasiado, el caso es leer. Aunque también se puede leer en el móvil, sí claro, los wasaps atiborrados de faltas de ortografía y emoticonos para aclararnos lo que no sabemos escribir. Ya ni siquiera nos llamamos y hablamos, que sería lo más rápido y cómodo. Preferimos perder el tiempo escribiendo mensajes que serán malinterpretados en cualquier caso.
La gente que lee se está ajustando como una tribu cada vez más menguante, que se pasea por las librerías, acude a algunas presentaciones de los autores o se acerca a las ferias de libros. Muchos de ellos no salen de los best-sellers de los escritores que viven de esto, cuyas novelas tendrán que competir, tarde o temprano, con las que planifique la IA, ya que serán igual de previsibles y toscas. Deberemos seguir conformándonos –aunque la buena literatura se relegue a la élite de la élite– con que se lea, ya que el cerebro trabaja, piensa, imagina, reflexiona, atrapa, discurre, enlaza, sospecha, visualiza, relaciona, deduce, induce, critica, separa, labra, profundiza, planea, sueña, fantasea, estructura, construye, elabora, linda y deslinda, se retrotrae, se adelanta, viaja en el tiempo, usa el lenguaje y la gramática, ayuda a comprender tu idioma, razona, disecciona la sintaxis y te hace volar y ser libre, ya que aprendes a pensar.
En tanto, ver y solo ver, solo erige zopencos y los coloca a la altura de un cuesco. Algunos de estos llegan a gobernarnos, eso dicen.
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