Y dígame … ¿alguna vez pensó que el milenio comenzaría así? ¿De verdad le pasó por la cabeza una historia escrita en renglones aún más torcidos? Que para inaugurar el milenio nos esperaba un 11-S; que a la vuelta de la esquina un virus destruía miles y miles de Historias; que, poco más tarde, una incipiente guerra amenaza el corazón de Europa y las bombas atómicas ya no son ocurrencias de un comic… En cambio, el milenio que me tocó vivir, nunca fue igual.

Aquel milenio, dibuja recuerdos en blanco y negro (pecado de niñez) que emocionaban y engrandecían el alma. Pepe Isbert con el alma encogida, buscando a Chencho en una fría noche de navidad. Un señor recogiendo colillas del suelo con que liarse un cigarro. Paco Martínez Soria aterrizando en Madrid con una gallina. Una monja malconduciendo un dos caballos. Pobres, mucho. Pero a día de hoy, ignoro quién llenaba sus adentros de mayor felicidad. Un bolígrafo. Una cuartilla donde el corazón quedaba escrito. Una ilusión por creer que todo iría cada vez mejor. Así escribíamos la historia de pequeños. El día a día. Protestábamos. Mucho. Anhelábamos libertades, derechos, igualdad, dignidad. Y una Constitución donde todos cabíamos. Después vendría el euro.

Ahora no. Ahora dos dedos aporrean el teclado del ordenador; una impresora por arte de magia escribe lo que pienso; un teléfono que no me obliga a decir como antes dígame aconsejado por la incertidumbre de no saber quién estaba al otro lado de la línea. Una vida que, poco a poco, como el barro de estos días, entierra nuestros sueños. Hoy me levanté preguntando qué tiempo fue mejor. Los de antes convivían con juventud, ilusiones inquebrantables, aspiraciones de quien todo lo quiere aunque todo quede en nada. Los de ahora no miran hacia adelante, y suspiran por recuperar los claroscuros de unos años donde nos sentimos realmente vivos. Pobres, pero vivos. Es verdad que ahora, más de media vida consumida, uno mira atrás despidiéndose de cuanto le depararon aquellos años. Decía Tagore que "las nubes vienen flotando en mi vida, ya no para llevar la lluvia o marcar la tormenta, sino para agregar color a mi cielo del atardecer". Algo así rememoran tardes de barro, suspiros y desolación.

Decía mi padre que "La vida tiene diferentes capítulos pero un mal capítulo no significa el final de la historia". Quizás sea eso, y esta amarga sucesión de malos capítulos nos hace palidecer ente un futuro inaceptable. Pero a pesar de todo, a pesar de días de barro y desesperanza, creo que debe seguir siendo bueno sentirte vivo, que tus pies pisan con firmeza el suelo, que sólo nosotros somos dueños de nuestra historia, que por muchos desencuentros que tengamos, estamos a tiempo de construir algo mejor. "Nunca te arrepientas de ningún día de tu vida: los días buenos dan felicidad, los días malos dan experiencia, los peores nos dan las más grandes lecciones y los mejores dan las más dulces memorias". Pues eso, que mañana no lloverá barro…

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